MERODEAN (Cuento)

 

MERODEAN

 

I

            Al-Razi desarrolló la creación de la obstetricia, entre el siglo IX y el siglo X. Y cando la colonia europea destruyó casi toda la historia médica musulmana, Al-Hawi, conocido como “El Libro integral de medicina”, dejó de ser en el mundo del mundo que es islámico, donde pasó desde antes de 925 después de Cristo, instruyendo al médico musulmán; y Al-Hawi contiene información veraz, según la Tierra.

            Y aunque no de casta chatría según la Tierra, Lalbai era hindú y, con ayuda de los médicos y Al-Hawi clandestinamente, creyó la creación de Alá en su vientre y Él a Akbar Shah II le dio para su mujer y su imperio y su justicia, al hijo Bahadur Shah Zafar; nieto de Shah Alam, antepenúltimo emperador mogol de la India, y ese nieto tomó el poder, como se suele decir, en 1837, y sus ojos vieron la medianoche, o el final, del imperio mogol, en la India.

            Al crecer, el emperador Bahadar Shah II lució un bigote cuyos lados eran una media luna acostada; y, muriendo victorioso, y, mucho después de nacer, Zafar que era poeta también, escribió esta estrofa:

            “Aquí donde hoy se ven las huellas de la gacela del desierto,

            hubo otrora estetas que contemplaban espectáculos con embeleso”.

 

II

            Hakim Ahsanullah Khan, no es por qué, eso lo sabes y mejor aún yo lo sé: La vida mundana hace invisible al Cielo, y Alá hace invisible al ser de esta vida. Estás ciego, siendo mi médico, conocedor de los tratados, prohibidos, para ti no están incinerados, de Al-Ibadis; sordo te encuentras en medio de las disertaciones sobre el ojo.

            Es cómo lo que quiero saber, pero oro ante querer. Sólo me permito buscar, para, si no te encuentro nada que haya sido encuentro mundano, hallar día a día el silencio de mi recurrir a Alá y someterme.

            Es el cómo el desconcierto: Conozco cómo los primeros seguidores del Profeta fueron torturados hasta la muerte. Pero tu temor no ha iniciado el calendario lunar: tu temor no es a El Clemente, y la santa ciudad de Medina es la diferencia entre lo que es el amor a La Meca y la traición a un musulmán que, sin embargo, acoge, a sus más de ochenta años, algo similar a la ausencia de una Luna en momentos sin el Sol. A mis más de ochenta años, las palabras me han perseguido, por tanto tiempo, hasta hacerme finalmente un rebelde ante el Demonio; quiero todavía luchar con lo poco que en la tierra me queda. Las palabras han regresado a donde y de donde, ¡escéptico de mí!, no han partido: a lo mucho que Su Voluntad ha decidido servir a mi piedad.

            Primer Ministro y confidente amigo mío en las ignoradas decisiones de mi persona que es fachada al poder de las castas guerreras del Hindostán, otomanas e indias, como Lalbai, mi madre rajput, te recuerdo el significado de El Corán que se da al infiel: “El que auxilia al Demonio en contra de la Voluntad de su Señor”.

            Yo tengo que hacer todo, y tú no tienes que hacer mucho. Pero, ve, ciego intenta ver y ve que tú has hecho todo y yo sólo hago un poco. Que tres de mis Mirzas: Mughal, Khizr y Abu no hicieron nada. Ahora entiendo las maneras de nuestro Señor. Tengo la mezquita que construyera el más antiguo emir incrustada en el corazón.

 

III

            Mahoma, el Profeta de Alá, “¡Alá os basta como protector!”, cuenta la Sira, fue envenenado con carne, lo que remedió su más joven y docta mujer Aisha, cuyo padre, Abu Bakr-Siddiq, tres años después de la convalecencia aquélla, oyó decir al Profeta, yerto incapaz de movimiento, Mahoma: “Oh Alá, con la más alta compasión”, expirar así, y Abu Bakr, entrando en la mezquita del Profeta de Medina, “Oh gentes, tristemente, todo ser que adorara a Mahoma, sabe que Mahoma ha muerto. Pero aquel que adorara a Alá, sabe que Alá está vivo”, dijo a la multitud, siendo que él mismo, el primer Califa del Islam, ante la sucesión del Profeta, como gobernante de Medina, habló en discurso tras la elección hecha por la asamblea constitucional ya instaurada, a los creyentes:

            “¡Oh pueblo! Juro por Dios que nunca codicié este gobierno ni de día ni de noche, ni tuve ninguna inclinación hacia él…”, pues fue escogido.

            Bahadur Shah II, el último gobernante de la dinastía de Tamerlán, el emir, el nómada, iluminado estratega y justo guerrero de Alá; fue sustituto del sultán su padre Akbar Shah II como gobernante del imperio mogol que geográficamente abarcaba Delhi, la ciudad india, y territorio allende a ella, pequeño, en el globo. Se le llamó… ¡El rey de Delhi! El “rey” de un imperio mínimo, a comparación con sus extensiones virtuales y materiales: naciones enteras que permanecieron en suspiros eternos por una historia capaz de enfrentar las históricas mentiras de esas realidades falsas:

            sin nombres, sin rostros, poseen la identidad.

            Jamás Bahadur Shah II codició el gobernar el imperio mogol que, en lengua dulce y duro flujo expresivo y vocal, urdu, tiene como corto nombre las palabras Mughal Baadshah. A Zafar le gustaban las palabras así, urdu, que nacieron, para remediar el destino mundano o divino que fue y ya estaba escrito en un libro público en el Cielo que precedió en su contenido en árabe, lengua de los ángeles los sucesos todos, voluntad o no voluntad, decreto o azar, eso no importa, es sólo lo que pasó y pasará, nacieron en Delhi las palabras que son el nombre corto del idioma, “corto” pues tantas cosas corresponden a un nombre de centenares de páginas y muchos millares de signos lingüísticos, so pena de mentir o de callar cuando hay que decir algo bello. Bahadur Shah II, Zafar, mote en árabe como poeta, se nutría, como la raíz nutre la tierra que la nutre de agua, de los versos urdu, que quizá no le hacían sonreír contra su voluntad como el hecho de que se le citara en mezquitas y se le nombrara en la moneda.

            Como Mahoma perdonó al mequí Hind al derrotarle, tomando La Meca,  Makkah, en el enero de 630, por comerse el corazón del tío Hamzah del Profeta (“¿Qué tipo de trato esperáis de mí?... ¡Id en paz! Sois libres”, al fin); Zafar nunca interrumpió comercio, tráfico ni actividad militar en su imperio por parte de la Compañía Británica de las Indias Orientales, East India Company; ni siquiera vetó el cobro de impuestos en su nación. Por ello, fue Inglaterra, en realidad, quien consiguió, como muestra escondida de un respeto factual, enarbolar en mezquitas y dinero la persona de Zafar.

 

IV

            La ciudad no era alimentada ¡pero se tenía que saquear! Y Zafar era… ¡Emperador de la India! Rebelión india de 1857, Bahadur Shah II un anciano.

            Había sido una cuestión de injusticia, por lo tanto, al llegar las nuevas municiones para los mosquetes ingleses, usados también por los indios al servicio militar de la Bandera británica, o “cipayos”, cubiertos por un tejido de papel, ensebado con grasa, ¡decían los rumores!, de vacas y puercos. Indios extorsionados y víctimas de fraudes y asaltos; musulmanes maltratados y escupidos y ofendidos; secuestros, burlas, homicidios y torturas a hombres y mujeres indefensos.

            Siendo la justicia el alma de El Dios, la rebelión inminente, que volviose revolución, se dirigió a Delhi buscando poder, soñando libertad y sangre, pues El Libro promete la clemencia de la venganza, y la responsabilidad de la yihad del “rey de Delhi”, la justicia, nuevamente, acogió la guerra. Y hubo victoria alguna vez:

            Sesenta prisioneros; colonos; europeos; a manos de cipayos y plebeyos fueron torturados y asesinados: Bajo un pequeño árbol. Fue un 16 de mayo y pudo haber sido lo que terminó por ser: Ya fuera por sus virtudes o por sus futuros arrepentimientos, Bahadur Shah II se consideró uno de los culpables de la innombrable masacre.

            Y Delhi, en el impulso de ese libertinaje de su tierra, otrora orden y paz alguna vez, lejos el colonialismo, señalado, por los estudiosos de hoy, como la razón del declive de la cultura islámica en cuanto a cenit de la civilización intelectual de la humanidad, así como lo contrario: Fue posible la colonización europea debido a una decadencia previa del pueblo musulmán, una vez:

            Reducido el concepto del ilm…

            Transformado el concepto del ijma…

            Cerradas las puertas del ijtihad.

            Una palabra, no sé qué tan ajena a El Corán, “caos”, se reflejó a sí misma para ser ambos ente y entidad. Delhi, dejada en manos de Mirza Mughal como comandante en jefe. Pero los cipayos le reprobaron como experto, lo rechazaron; sólo aceptaban al cipayo como autoridad; y, reducido su poder y decisión, Mirza Mughal no hizo más que lo mejor y solamente en Delhi, en la que Zafar, puesto en el universo para fungir como señal al mundo de los verdaderos piadosos y de los auténticos poetas y de los políticos perdidos, para informar que el mundo nunca será el mundo ya, versó. Y la comunidad étnica Gujjar, dicen las mismísimas fuentes, pedían un alto portazgo por casi nada, por el campo.

            Y no tardaron los británicos en cantar victoria.

 

V

            Unida a la tumba del siervo de Akbar el Grande, Nili Chhatri, construida en el siglo XVI por Bega Begum, primera y viuda esposa del segundo emperador mogol, que gobernó, sucesor de su padre, Babur, territorios de India, Afganistán y Pakistán, se encuentra y refugio fue de Bahadur Shah II la tumba de Hamayún. Zafar.

            Zafar bajo las pinturas de los techos de la tumba, sin saber mucho, entre fachadas simétricas, y todo lo demás, simétrico. Del cuatro y del ocho, todo. Él y después la Humanidad restante no sabemos, de todos los enterrados ahí, de quién es una tumba y de quién la otra en la tumba de Hamayún, corta estadía:

            Alá, serás quien sepa lo que yo sólo supe de mí. Rodeado de cuerpos sepultados, la tumba jardín de Hamayún, quien perdió el imperio, quien recuperó con Persia, la de la mujer blanca, lo que terminó siendo un imperio mogol de un millón de kilómetros cuadrados. “Alá conduce a la Verdad. ¿Quién es más digno de ser seguido: quien guía hacia la verdad o quien no guía, sino que es guiado?”. Espero ser un minarete.

            El Islam de la colonia europea. Holanda prohíbe la educación en madrasas y veta visitas a las bibliotecas, ¡¿qué fue de Bagdad?!; Francia destruye nuestras ciencias milenarias e Inglaterra nos somete. ¿Una frase que no es mía? Aquí tengo una, musulmán: “La idolatría es, literalmente, opresión”.

            Mi edad ya no justifica nada.

            Eres el león en espera de su leona; leona que no puede volver trayendo mi alimento: la justicia.

            Por el hadiz sabemos las palabras de El Profeta Mahoma: ¿Honra y amistad? “A tu madre, después a tu madre, después a tu madre, después a tu padre”. (Y por Mahoma tenemos el hadiz). En el signo “Alá” árabe, está el alojo del corazón y la leche. Llegará el cansancio y luego la leche a un hombre menos aún hombre que un hombre común. La Madre de El Libro dice: La perdición y la condena son solamente las de Alá. Hoy no temo al hombre. Hube de temer a Alá, como lo manda nuestro credo. Y pido desentrañar en el tawhid la unidad de Alá y todos los hombres para sí mismos de Alá. Hoy acepto El Corán, si alguna vez sólo celebré Su Creación.

            En unas cuantas horas, vidas de búsqueda, búsqueda lícito alimento, me rodeará en esta tumba que penetrarán, para ser conducido al hawali de mi esposa, donde seré, ¡ay!, de tantas maneras, vejado. Sí, me rendiré ante el comandante William Hodson a cambio de no ser atormentados y asesinados todos tras el juicio que espero no padecer más allá de él. ¡Que Alá me halle culpable, pero no inocente el hombre infiel sólo porque triunfa!

            Bien dijo el anterior y místico profeta Isa: “Creyentes, vosotros no sois de este mundo. Este mundo es del Maligno. Tomadme sólo a Mí, dice”.

            Entro al Fuerte Rojo de piedra arenisca y por primera vez donde un juicio de hombres está. Alá me nombra inocente.

 

VI

            Vivo en Rangún, Birmania, Zafar es el exilio. Por carros de bueyes escoltados por un Demonio del comercio, pues si el comercio se vuelve prioridad, oh mundo, el comercio lo tiene todo, incluidas las carencias y suelta la represión. El comercio es lo que el filósofo pensó era la moral: La ley máxima universal; por lo menos, con la llegada de nuestra era moderna que, no por centenaria, deja de ser una voracidad infantiloide.

            A los 87 años, rodeado de los dos hijos aún vivos y de su mujer Zeenat Mahal, Zafar muere… en la madrugada.

            “Aquí donde hoy se extiende el desierto, hubo un día populosas ciudades.

            Aquí donde hoy merodean los chacales, habitó antes el ser humano”.

 

Eric

Querétaro, Qro.

2023

Comentarios

Entradas populares