MEXICAN MELLOW (Cuento)

 

MEXICAN MELLOW

 

 

 

    A la memoria de Carlos Fuentes, en este nuestro centenario de la publicación del “Ulises” de James Joyce.

           

 

    Pablo Gómez Fortuna no se llama así, sino que así le puso La Garza, considerada la narcodiosa mexicana que posee el gobierno de su país, dando órdenes hasta al Ejército, combatiendo al cártel de Tijuana comandado por El Campito, gran e indiscutible capo del hampa de México que resulta tener más poder que todo el imperio de la narcodiosa; combatiendo también al santurrón de El López y a los dementes de la organización conocido como La Letra. Pablo Gómez Fortuna es el presidente de su nación. Y parece una garza. El presidente es un narcoproyecto que comenzó casi veinticinco años antes, le gustara o no le gustara a El Campito de Tijuana.

            -No le vayan a ver fumando esta madre, señor presidente.

            -No te preocupes, Salvador, aquí yo nomás soy un muñequito de aparador… Además, qué buena está esta motita, señor secretario. ¿Cómo dijo que le pusieron?

            -Mexican Mellow, señor presidente.

            -¡Eso es! “Mexican Mellow”… ¡Ya lo creo que sí está mellow! Canijos narcos, me cae.

            -Es de La Garza.

            -¿Ah sí? Yo pensé que estábamos calando a nuestros enemigos.

            -Al contrario, señor presidente. Esta es de la casa.

            -¡Jajajaja! ¡Sí, de nuestra hierbateca!

            -Mexicanos al grito de guerra.

            -Puras petromamadas, me cae.

            -Así es, así es…

            -¿Hoy qué vamos a hacer, Salvador?

            -De todo, señor presidente, ¡absolutamente de todo!

            -¡Me encanta su ignorancia, señor secretario! Es buen pan de cada día.

            -Y lo mejor de ser sabio, señor presidente.

            -Donde truenan, truenan… A ver, Salvador, dígame…

            -Le digo, señor presidente.

            -¿De dónde es la pantera rosa?

            -¡De París, señor presidente!

            -No. La pantera es rosa de todas partes, menos de su pancita.

            -¡Jejejeje! ¡Está buena esa, señor presidente!

            -Híjole, ´péreme, Salvador, esta madre ya vibró…

            -¿La motita?

            -No, el teléfono. Es la jefa… ¿Bueno?

 

*

            Parda es la noche y los gatos son pardos en la noche, un homicidio, apuñalado un hombre, Testigo de Jehová cosechado como dice el Libro Sagrado, con violencia a pesar de la inocencia de la santidad. Un mártir político, su billetera estaba repleta de dinero y tarjetas de crédito, no fue un robo, fue una especie de pleito. Hijos de su puta madre, o como diría Octavio Paz: hijos de la chingada; época la nuestra de astrónomos: En cualquier momento te bajan el firmamento al parabrisas, al parachoques, es una enfermedad esto de la violencia, una peste, un dolor, una existencia, otredad maldita la de la víctima, desgraciada, infeliz, vulgar, y un destino trágico, aunque, como decía Alfonso Reyes, después de la tragedia queda la farsa; y, como decía un amigo del bachillerato, después de Dallas te queda Colorado. ¿Para qué insistir e insistir? Todo es una asociación al acto cifrado de relación carnal, empuje y elasticidad, entre el falo y el ano. No es una obsesión, así es el mexicano, oh tiempos, hacemos poder para hacer el amor, hacemos el amor para provocar dolor, el mayate te pisa, a sentones te mata el secreto ardor, but now, down is the new up, si no das no gustas, ya todos le entramos a gritar y no meter mano, han regresado los machos, la hembra ha perdido toda responsabilidad sexual, sólo puede recoger las migajas que tira el insecto, huevos de placer, la cara sometida, roja, sudorosa, contra la almohada blanca de su soledad. Pero, para evitarnos hablar de ello, regresemos a reclamar a Paz: Oye, cabrón, yo no soy español pero digo “hijo de puta” y no “hijo de la chingada”, soy del norte, y, además, si me mientan la madre, a mí me vale madres, ¿eres de otra generación, de plano? ¿Qué de aquél Testigo de Jehová apuñalado hay en tus páginas que no sea el vocablo “puñal”; qué nos puedes decir? De paso, chinga tu madre, güey. Y ¿a quién le importa? Consagración de actitudes mexicanas, sangre espesa, en ellas se cuela, de otra tierra, la Nueva Traducción de las Santas Escrituras, donde se dice que Dios es Jehová y Él es también el Dios de los Ejércitos. Bola de asesinos todos. Yo, en fin, vi cómo, en el barrio de La Providencia, aquel cuyo alias, más que alias nombre, es El Rich, famoso por usar pantalones de vestir y camisas muy finas cuando no trae puesta una preciosa playera con la Santa Muerte estampada como por siempre. En fin, El Rich llegó y, sin preguntar, lo apuñaló, toma y toma y toma y toma…, veintinueve veces. Yo vi elevarse su alma, gracias a que acababa yo de fumar marihuana, y no era cualquier marihuana, no señor, es una marihuana llamada Mexican Mellow, y de esta marihuana es esta historia, o más o menos. Dios con ustedes, uno con el Diablo (¡ni moño!), y todos los demás con El Rich, sacerdote del culto a la Santísima, a la única, a la Elevadísima, la Grifa, el Esqueleto, la Muerte, decíamos… (Y es verdad que El Rich es de armas tomar. No mamen, hijos de puta, digo, perdón, hijos de la chingada, lo que acabo de presenciar está canijo… Yo me pinto de colores, ahi viene la chota, la tira, los puercos, ya saben, esos cabrones… Chido, la bandita, ahi nos vidrios, ¡cámara!)

 

*

            Pregunta: ¿Qué es la kalifornia?

            Respuesta: Es una droga diseñada por el cártel de Tijuana para uso exclusivo de El Campito, gran capo y señor.

            P: ¿Cuáles son sus efectos?

            R: De un momento a otro, El Campito se encuentra marihuano, coco y pedo.

            P:¿Cuál es su vía de administración?

            R: Intravenosa.

            P: ¿Tiene algún otro propósito que el recreativo?

            R: Sí. Es una manera de rendirle pleitesía a El Campito; intimida a algunos de sus enemigos; permite al usuario soportar niveles de presión y estrés monstruosos.

            P: ¿Nunca se ha consumido por alguien que no sea El Campito?

            R: Como forma de tortura psicológica, se ha administrado a enemigos del capo que, sabiendo previamente de la existencia de la kalifornia, han caído en manos de su adversario; por decirlo así, es una bienvenida al Infierno.

            P: ¿Cuánto dura su efecto?

            R: Aproximadamente tres horas.

            P: ¿Qué tan dañina es la kalifornia?

            R: Es muy dañina e insoportablemente adictiva.

            P: ¿Qué costo tiene?

            R: Mantener su exclusividad es invaluable. En cuanto a la sustancia, son cinco mil pesos por dosis. Sin embargo, nadie lo cobra porque no es necesario.

 

*

            Dina supo el nombre de Toto cuando lo conoció. Toto, Fernando González, le dijo que su nombre era Juan del Bien, metido en un rollo bíblico pesado, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Toto había sido expulsado de su hogar por marihuano, mísitico y sodomita; él pregonaba todo. ¿Cómo acercarnos con la lengua a ese muchacho que caminaba por las calles hablando con Dios? Y en las casas hablaba de Dios y hasta en su Nombre, y repetía: “El libro dice: `¡Mi nombre es Jehová!´”. Han pasado los años. Toto, bautizado así por El Timo, pues Juan del Bien gustaba mucho de la música africana, jamaiquina y afroamericana, Toto vivía en la sala de Dina. Eran amantes, mas su amor se proyectó hacia el consumo de drogas y la narcocultura; por lo tanto, llevaban un año sin acordarse de hacer el amor, ya que Toto temía la cocaína y Dina dejó la piedra en Estados Unidos. Crac.

 

*

            En las calles de México, asediados por el polvo de los suelos y los espejos de los cielos, los buitres, los malditos, los podridos criminales, los animales. Ojo de arriba, Sol, su lengua cae pa´bajo y, entonces sí, cuidado, cabrón, que el fuego es fuego y rara vez es sólo luz. Tiempos de nadie, de estopa y gasolina, de misterio secreto, de vida, agua muerta, coyote ciego, pirámide absoluta, ley de acero, grito trémulo, impiedad y vicio, esperanza y sangre, colibrí de golpe, arañazo de libertad, parcos instantes, en las calles de México, asediados por los dolores. El Asalto y El Timo, por primera vez en Tepito (se meten, se cuelan, les bajan el reloj, les dejan su dinerito, los conducen a donde quieren ir) buscando a El Salitre (que es puñal y que quién sabe qué), quieren comenzar, muy dentro de ellos pero también pa´fuera, un imperio de droga; son unos chamaquitos apenas, pero ahí están, de un momento a otro, después de un camino bordeado de bocinas, con un canijo hijo de su tal por cuál, famoso homosexual y narqueto de cumbias, que filereó a su cuñado que porque se cogió a su hermana y que quién sabe qué, sobrevivió el brother-in-law, sin embargo, y, sin embargo, no se levantaron cargos y El Salitre y su víctima se hicieron grandes amigos, nada pasó; en la guarida de dicho criminal, dejando la nudillera y la tartamuda a la entrada de ahí, que era como una bodega gallinera, El Salitre les mostró un friego de marihuanas, la más pinche era pura cola de borrego. Lima Limón, Skunk, Organic, ¡hasta la Chronic que les dio a fumar tras la cata mentecata!, que ni eran las originales pero, eso sí, estaban mucho más chidas. Es que en Tepito hay de todo, y dice El Salitre que se las dejen chaquetear por una morra frente a él, que no hay falla, “No muerdo”, dice, y pues ellos que órale y que quién sabe qué, que qué buena Purple Haze y que dónde está la Acapulco Gold, ruquito, y que se iban luego luego por la hidropónica pa´ llevársela al Bajío y empezar su negocito, y, ¡bueno!, hasta el culo les vio el ojete. Diez mil pesos de mota, cuando eran quince mil, que porque medio les metió el dedo y que quién sabe qué… Se fueron escoltados por un morrito de doce años, gracias, Tepito, Tepito con los años, te pito y nos matamos, ni en la carretera de retache sufrieron mala obra, benditos por la Muerte, El Asalto y El Timo regresaron a La Providencia, hace más de cinco años, y comenzó todo el show, de menudeo a tráfico, y luego luego, en la azotea costales de mota, una chamaca tepiteña que se colgó de El Asalto un día que fueron con El Salitre, y pues ya, ¿qué más? ¡Híjole, un chingo pero quién sabe ya qué más! Pura grifa, loquera de esas, de las chidas, día tras día, y más cuando llegó un día el Dina con una boom box, y el tío de El Timo, un día, que con que conoció un tigre del norte y que quién sabe qué; y pues se hicieron, diez cabrones, más o menos, los jefes de ahí, y se discutían bien chido con el desmadre que armaban siempre, hasta haciendo deporte, hasta aguantándoles las anécdotas a los sicarios que venían de paso, siempre bien salsitas pero pues armados, karatekas, y tecatos de clóset. Puras pinches mamadas, pero chidas, rifadas, como en pocos lugares de la República, como ni en Costa Rica. Y decíamos que qué más, pero pues nomás eso. Un vato terminó un día como la Novia de Puerto Rico, por ejemplo, pero pues eso y ya.

 

*

            “¡No me puedo ni levantar, no me puedo levantar, cabrón!”. El capo no acepta la cocaína, no quiere cortar el efecto. Lo levantan. “¡Dele, Campito, mi jefe, mi señor! ¡Estos pendejos son de la mera Letra!”, “¡Pásame el látigo!... Pero, pero qué pedo, ¡si estos ya están muertos!”, “Así los pudimos agarrar, mi jefe”. El capo se sulfura…

            El Campito ha perdido la seriedad que le caracterizaba. Demasiado de esa porquería que llama kalifornia… Demasiado de esas olas, de ese mar que por todos sus sentidos le penetra: La imagen desnuda, el olor alzado, la sal del calor en la piel, el sonido que hace de las aguas un caminar de suave plomo, el sabor de la cerveza fría y ligera combinado con un cigarrillo absurdo. Su pecho recibe la fuerza de su propia muerte. Sabe que tiene los días contados. Tiene que hallar la manera de aliarse o con La Garza o con los asesinos de La Letra o con el orate de El López. Pero no se puede hacer que los miembros de su cártel se dobleguen ante una sociedad con cualquiera de las dos partes: Él morirá, pero el poder de Tijuana no mengua; empieza a odiar a su gente por eso. Es una especie de autómata embriagado que se ha vuelto cursi en su salvación perdida… Sólo le queda una opción: Entregarse a los Estados Unidos y esperar una cadena perpetua en sus cárceles, en vez de una condena de muerte.

            “¡Dele, mi jefe!”… El jefe le dio, el capo, El Campito… Llevó las cosas hasta la náusea, sin vomitar nada, lleva casi dos días sin comer, que alguien lo ayude.

 

*

            Pero era el tiempo de la Muerte. Intentando hacerse de El López el Ejército, se abrió la boca del Infierno. Misiles, bombas provocaron considerables incendios, muertos, heridos, recuerdos por siempre, de los malos. Él López desapareció. Se informó que había quedado calcinado en esas llamas, pero Dios, que contempla la verdad de todo, sabe que El López sobrevivió, y que el gobierno no quiso volver a vivir semejante tormenta de fuego; futuras represalias, legiones de ciudadanos apoyando al líder guerrillero también fueron temidas. ¿Para qué?, se dijo.

 

*

            El Rich, en su rito a la Santa Muerte; un rito de sangre y luz roja, el altar que ocupa todo un apartamento, en una zona elevada casi hasta tocar el cielo. Oh nubes, que veis, preguntad que por qué la Santísima es más hermosa que el Señor, su amante. Como una flor, un rosa rodea el rojo vivo de la figura de un metro del Esqueleto cubierto por el sayal, desnudos en hueso sólo los pies, las manos y la cabeza, ¡bendita la Calavera! Cráneo que mira la conjugación del todo. Un rosario negro, una guadaña y un farol; de Ella todo tiene significado. “Hoy maté”, dice El Rich al santo ídolo, a la renegada vida.

 

*

            Cuando al presidente Pablo Gómez Fortuna le estalló la cabeza en pleno discurso, como una piñata de sangre, ¡paz!, “¡Abajo!”, gritaron unos, mientras La Garza estaba, como dicen los chinos, nomás milando.

            Cayó el cuerpo y nunca nadie había visto, y vaya que también había policías, militares y guerrilleros por ahí, sin mencionar médicos y enfermeras, pues era la inauguración de un centro recreativo y hospital para personas con síndrome de down, tanta sangre manar de un solo individuo; después se supo que la bala que entró en su cráneo era una nueva creación del mercado negro de tráfico de armas, una expansiva, explosiva y, aunque eso nadie lo supo, absurdamente envenenada bala.

            La Garza sintió lo sucedido en la garganta y en la boca, un ascenso de bilis casi la hace expulsar la misma, combinada con el legendario sabor de la cocaína, ese sabor que asemeja al botón presionado de placer en la parte posterior del paladar y la lengua. Porque La Garza estaba pasándola bomba, irónicamente, viendo a su monigote decir cosas como esta: “Saldremos adelante… ¡e iremos para arriba!”, inspirada quizá en las palabras míticas de un presidente olvidado que dijo: “¡Arriba y adelante!”… Porque pocos lo saben lo digo, lo informo para que la Historia lo recapitule y podamos hacer un juicio de lo que alguna vez se formó en un presente que, por inmutable, sigue vivo pero juzgoso, juzgón y juicioso de lo que él mismo es cuando se le disfraza de pasado… Pero, en fin, la cosa es que La Garza era el triste receptáculo de una serie de deseos lúbricos que incluían una fuerte atracción sexual hacia individuos con el síndrome este. Es celebrado ese deseo, no se le toma ni como parafilia ni como perversión, pero no se celebra que el centro recreativo y hospital que se estaba inaugurando era, también, la sede de una fuerte marea, de una cruda intención de explotar a sus usuarios y pacientes sexualmente, de formas sutiles, sí, cuidadosas, también, pero latentes, perjudiciales y criminales.

            No pasaron unos cuantos momentos cuando sendos múltiples misiles penetraron las estructuras materiales del bello edificio, como si todo mundo ahí presente tuviera la culpa de lo que estaba sucediendo…

            -Me las vas a pagar, López… ¡Me las vas a pagar, cabrón!

            La Garza, después de patalear, por así decirlo, y llorar, por así describirlo, prendió, buscando fuerzas y un consuelo, el porro que tenía preparado, de Mexican Mellow, para festejar.

 

*

            Los maizales danzan con el viento, las nubes blancas están tan duras que no lloverá; sólo el rumor del campo alcanza los oídos de aquellos hombres que sirven al López, al héroe, al caudillo, al guerrillero medio hijo de la chingada medio Dios en persona. Es el espíritu de Jesús Malverde, san Jesús Malverde, según estos hombres hechos de y para la guerra.

            -Denle, a practicar la puntería. Con tanto parque no nos vamos a mover ágilmente.

            Y empieza la fiesta; la coca, la marihuana, la cerveza, la música. Se iluminan, lo saben todo, o, si no todo, lo necesario. Lo suficiente.

            Las lágrimas de Justino son como miel para esos cabrones. Amarrado, golpeado, violado, sobajado; culpable. Torturado.

            Lo sacan arrastrando de donde estaba.

            -¿Aguantas otra ronda de madrazos como la de ayer, Justino?

            -Sí la aguanto.

            -Órale pues…

            Pero Justino se raja… Grita:

            -¡No! ¡Por favor, no! ¡Ya no más, cabrones!

            -¡Cómo no! ¡Con El López en persona, hijo de tu pinche madre!

            -¡NO! ¡No! ¡Con El López no!

            -Entonces… -dijo el guerrillero- Córrele, cabrón. Allá, rumbo a las milpas…

            Justino corrió lo que su torturado cuerpo le permitió correr. Abrigaba, trastornado como estaba, esperanzas de supervivencia. Pero antes de adentrarse en los maizales lo alcanzaron los plomazos de esos apóstoles de El López. Sólo quedaron trozos de carne humana.

            “La gente anda preguntando, ¿en qué trabaja el muchacho?...”

            -Órenle, güeyes, saquen al otro pendejo para reventarle los güevos a patadas.

            -Y un cuchillo por el culo, señor. Acuérdese que conocía en persona al pinche Campito.

            Empezaron a debatir sobre la tortura que iba a sufrir el desafortunado, modos de provocar dolores y daños inhumanos.

            -¡Hay que hacerle barbacoa las piernas, señor!

            -Colgarlo del pito al güey, de un árbol, hasta que se le arranque.

            -A ver, cabrones, ya les dije que íbamos a reventarle los güevos a patadas. Ni vamos a hacerlo barbacoa, ni vamos a colgarlo del pito…

            -¿Por qué no, jefe? ¡Como los de la Letra! Dicen que una vez, jefe, le pusieron el himno nacional a un cabrón mientras lo metían a una tina con ácido sulfúrico.

            -¡A ver, ya, no sean pendejos! Vamos a reventarle los güevos a patadas, le guste a quien le guste. Eso es lo que quiere El López, algo simple.

            Dicho y hecho, los gritos de dolor rebotaban en las paredes de un pequeño gallinero…

            …No es de donde viene El López lo que importa, lo que importa es dónde está. Mitad un rollo urbano, mitad una cuestión campirana, los antecedentes socioeconómicos del guerrillero se difuminan con el peso de su persona, de sus ideas. ¿A quién le importa Fernanda, esa chica que lo enamoró en los salones de una preparatoria privada? De esos ojos preciosos, Fernanda. Hoy lo piensa y lo recuerda, El López. Esos senos y caderas, el año en que conoció la marihuana…

            …Vivir en la calle un par de meses, pero conociendo Barcelona, Roma, París… A Proust, a Gide, a Sartre, a Verlaine… escribiendo prosa y poesía, comiendo de un basurero junto a un restorán, acompañado de un indigente que le aseguró ser un ángel de Dios… Aquella Biblia que abrió tan decididamente como la cerró diez años después, no por dejar de creer, sólo por decir: “Vamos a cerrar el Libro tantito”, porque ya no se fiaba de él mismo…

            Si vivió en la calle poco tiempo fue porque el padre de un amigo al que El López ya no hablaba lo vio mendigando y respirando resistol. Lo rescató. Lo hizo hacer las paces con el hijo, y a los dos los llevó a Oaxaca, a Chiapas, al Caribe mexicano, y de ahí El López no regresó: Se dice que conoció al Subcomandante Marcos, que se volvió, tras dicho encuentro, en un par de años el líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional… Que con Marcos conoció el amor a las tarántulas, pues su mascota es una… Que está tan en la cima del poder que se asoció con Al-Qaeda y que festeja el 9/11 como si fuera una obra de arte…

            Le gustan el corrido y la banda, la ranchera y la cumbia, la salsa, Los Ángeles Azules y Los Bukis… Quien lo conoce dice que la música es todo para él…

            El prisionero, ya con los güevos reventados a patadas, es arrastrado hacia un perímetro de pura grama verde, y se le prende fuego con gasolina. Los gritos son terroríficos, todo el espectáculo lo es. La carne chamuscada apesta.

            Las nubes blancas, de tan duras, no se precipitan, no habrá lluvias en los próximos dos meses.

            Los que no dicen que El López es Jesús Malverde es porque lo consideran la reencarnación del Ché Guevara.

 

*

            Y que le dicen que ni madres, que el Sol sale pa´ todos y que quién sabe qué.

 

*

            Ahi´stá, nada más y nada menos que el retejijo de la chingada del pinche Campito. Ese torturaindios, comeblancos, cagapalos; ojete, el güey. Pero ahi´stá, bien encerradito, en dos metros cuadrados de agonía. Porque la está pasando mal, el güey, con todo y la cocaína que le meten en los huevos revueltos, un día sí y un día no, los cabrones de la CIA. Porque, eso sí, todos los que han desfilado por esta pinche historia son una bola de culeros, asesinos, ojetes, los pinches güeyes. Tanto tanto que la hacían de emoción el canijo López y el pinche Alfa, general y líder de La Letra aquí en México y allá en el gabacho, con que lo iban a chingar y a mutilar y a deshebrar, y ahi´stá, recibiendo sus huevitos que le mandó El López como agradecimiento a su chingada madre… Pero insisto, la está pasando mal, el güey; ¡a ver, con ganas de chaqueteártela y encerrado en dos metros cuadrados de puritito dolor! No, si no ´stá tan fácil. Y le fue bien, al güey, porque otro más, sin el poder, sin tanta feria como el Campito se las ve negras. ¡Cuál pinche Pueblo ni qué la chingada! Cabrones que por proteger a su gente los cuelgan de los güevos… Si esos de La Lera, que disque muy del campo y muy jodidos, ¡n´ombre! ¡si son poderosos en Inglaterra y en Japón! ¡La lana que hacen esos cabrones…! Y las chingaderas que hacen…, no tienen perdón de Dios… Supe de un pobre cabrón que por ponérseles al brinco porque lo estaban obligando a sembrar amapola en sus parcelas los cabrones de La Letras le hicieron barbacoa las piernas los jijos de la chingada: ¡N´ombre, el pobre pendejo se murió de la puritita impresión! O del cabrón cura que por andar apoyando a Su Santidad encima del obispo le pusieron el himno nacional mientras lo metían a una tina con azufre… ¡Esas cosas no tienen nombre! Y ahi ´stán, como si nada, en el Caribe, a toda madre, dizque sufriendo. Y luego el López, ese otro hijo de la chingada que se las da de santo y mártir, ¡y es hasta güero, el güey! Que dizque está muerto y abatido y una sarta de mamadas, nomás pa´ que uno no ande reclamando por la paz social al gobierno. Como decía mi padre cuando tomaba porque qué sabio es el que toma tanto y tan bien, decía mi padre que este pinche país es de a mentiritas. El presidente muerto, el campo en manos de esos pinches ojetes, ¡en llamas está nuestra dizque patria! La Garza es la del poder, ¡y no trata bien ni a su gente…! Sí, porque esa canija es otra que, jijas de la chingada, está hasta enferma, la güey; porque se corta el pelo tortura a un cabrón… ¡hijos de su madre! Yo no soy gente religiosa pero sí soy católico, y pienso que no tienen perdón de Dios, porque no es que se maten entre ellos, lo que pasa es que la agarran con la gente, y es ahí cuando no se vale. Puros jijos de la chingada, ¡todos esos culeros! Y luego los pobres, ¡esos están peor, me cae! Cada vez más locos estamos todos, porque sí les hacemos caso, los hacemos nuestros líderes, nuestras diversiones. A ellos acudimos cuando la pasamos bien, a ellos acudimos cuando la pasamos mal: Es nuestra culpa. Pero pu´s ni modo, ¿qué le vamos a hacer?, de aquí somos, del país más ingrato del mundo. Cuando hay que nacer hay que nacer, ya Dios nos dirá por qué tuvimos que morir también… Puro pinche loco, ¿a poco no?

 

*

            La vida se dispara.

 

*

            El Dina sacó hip-hop hasta por los poros, como siempre pero como nunca, y él lo atribuyó a tres joints de Mexican Mellow… “No mames, Timo, esta weed está bien chingona, güey”.

            A todos se cabeceó; los mutiló, los mató: Se le habían puesto pendejos nomás por ser muy cabrones en eso de la rapeada. Y bien les habían dicho: “Perros, ese fuckin´ Dina es todavía más perro”. Pero no, fue una provocación.

            Y hubo un plomazo… Tronó el lugar, se derramaron dentro de los cráneos los venenos guardados en el corazón del cerebro… Se huyó de ahí, pero no por los tiros, no, sino porque los puercos ya iban a llegar.

            “Todo por buscarle con el Dina”, moraleja ésta que, desgraciadamente, en las escuelas no se enseña, porque en las escuelas se aprenden otras cosas.

            Metidos en el coche del Asalto iban Dina, el Timo, Toto y el propietario. Era un coche robado, pimpeado a lo low-rider, la nave del rey del barrio, no cabe duda, y duda no cupo… El muertito fue el fallo en el encuentro que emitió de su pride uno de la Letra. ¿Qué pensaba de eso Dina? Toto estaba en las nubes. Un mueltico como en Puelto Lico, un pinche merolico, un pinche tico el puto tipo, más abajo que un cero positivo, más enterrado que el pito que se lo ha cogido… A Toto le inspiraba todo esto. “Ahora sí”, se dijo, “empiezo mañana a escribir `Tacos de sangre´”. Toto. Más viajado Toto, más high, más puesto, más colocado que Jim Morrison en la rana de la paz, que Janis Joplin diciendo: “This shit´s strong, man…”. Esa noche, para Toto, el hip-hop se sembró en su sistema, en su momento.

            Decíamos que los puercos llegaron a la escena del crimen. Ahí estaba El Rich.

            -Buenas buenas…

            -¡No te muevas, cabrón; no te muevas, pendejo!

            -Pues órale, ¿no te la sabes o qué pedo? Soy el pinche Rich, güey, allá de La Provi, y este jardín es propiedad mía, no es la calle, güey.

            Y les entregó una mochila a rebozar de billetes de quinientos pesos.

            -Es poquito porque yo no fui –les dijo, y acusó a dos o tres pobres diablos que ni estuvieron en el toquín. Hip, hip… hop, puro.

            -Ah, qué pinche Rich, ¡¿dónde andabas, cabrón?! –le preguntó el comandante de la Policía Federal Preventiva.

            -En Reynosa, mi coma.

            -¿Qué andabas haciendo, güey, hasta allá?

            -Narinas, Doug.

            -¡Ay! ¿A poco no te estás harponeando?

            -Puro refresco, nomás.

            -Ay sí, güey. Andabas de tecato ¿verdad?

            -N´hombre, esa chingadera es para los cantantes, coma.

            -Pues qué cantantes ni qué ocho cuartos… Yo sí.

            -¿De plano?

            -Simón, pinche Rich.

            -¿De cuál?

            -De la Bimbo.

            -¡Ay, no seas mamón, coma! ¿Te crees Salinas de Gortari o qué pedo?

            -Jejejeje… ¿Pues qué tiene? El mundo es bello, hombre… ¿Qué hacías en Reynosa, entonces?

            -Depende, mi coma.

            -¿De qué depende, mi Rich?

            -De media mochila.

            -¡Ah cabrón! ¿Con esas andamos?

            El Rich sacó de su cajetilla de cigarros un porro de Mexican Mellow.

            -Esto es lo que traje.

            -¿De allá de Reynosa?

            -Simón, coma.

            Y que lo prende el PFP… Se da una vuelta dentro del jardín. El muerto. Y vuelve con el Rich, y le dice:

            -¿Cuánto trajiste de esta?

            -La troca.

            -¿A dónde la dejastes, güey?

            -Allá, en La Provi, con El Asalto.

            -¡Ah, esos pinches chamacos andan con todo! Híjole, mi Rich, está tan buena que me encabroné.

            -Hombre, ¿con quiénes?

            -Con los que te iban a chingar llegando aquí, güey…

            -¿Quiénes?

            -Pues ya ves… Los que vamos a encontrar con ese güey en la chimenea.

            -¿Unos riquillos o qué?

            -Simón, mi Rich. Unos politiquillos ahi.

            -Pero córrase la bacha, mi comi.

            -¿Y de la Bimbo qué?

            -¡Ah! ¿A poco la anda moviendo usté, coma?

            -Simón.

            -Pues ya estás.

            -Dile a Dina.

            El Rich fumó la bacha.

            -¿Y cómo dices que se llama esta pinche cucaracha?

            -Mexican Mellow, mi coma.

            El comandante le enterró los ojos a Rich, que fumaba.

            -Se me hace que la mandó hacer la pinche Garza, mi Rich.

            -¡N´hombre! Si la saqué del puente.

            -Pues qué bueno que no lo cruzastes, güey.

 

*

            Paka paka paka paka pak, pak, pak, paka paka paka pak…

 

*

            Los músculos del hacendado y de su familia, diseminados en el llano, un llano verde, un llano hermoso.

 

*

            Tierra de signos, altar de bestia, en las cabriolas de las dos águilas que se aman, culebra puta, culebra ingrata, ay las espinas, ay lo probable, carne abierta, sangrante y babosa, callecita y un farol, crimen de Kukulkán, fauces negras perdidas, fauces de dientes tres lenguas y más, oh, mucho, mucho más, árbol impávido, árbol crecido para castigar al tiempo, que te das cuenta, árbol maldito, que el tiempo mismo eres tú, que nada allanas, que nada suprimes, que nada invades, que nada anulas, hojas de plomo que caen el caer, un ahi se va, hojas que buscan su santa muerte, Dioses de hueso y hachas de sol, luna vivida vívida, herida, solitaria, ambigua, de plata cicatrices, úchale, tómala, puta madre, güey, células recorridas por los tejidos comunicacionales que son el lenguaje de la cosa y la cosa del lenguaje, lengua abierta, campo prendido y negro, ¿dónde, ay, dónde vi la última categoría del sinsentido que dicen los cadáveres que es la vida, esa mujer que se hace niña, ese fumar de vidrios estómago universal, manos de alicate, hendidas líneas amargas y míseras, en un estallar, en un muy volcar la violencia híbrida del veneno tatemado tras la metateada para llevar al petate de la ida al Cielo, digo, ¿para qué hacernos pendejos? ¿quién no se fuma un porrito en estos lares?, dragones en vaivén, camellos de globo estrellado, alberquita de Dios nos libre, araña de levantón, Salsipuedes y Piedras Negras, Xochimilco y Valle de Bravo, el hombre y la mujer, el néctar del parto, ¿a dónde, a dónde? ¿a dónde vas?, y la Bandera que cuando está quieta escurre sangre, y todavía se le dice: ¡quieta!, no escurras sangre, cabrona, álgidos climas del cenit informático antepasádico, rumbo por qué, pelotazos en Monterrey, masa encefálica tortuosa lenta lastimera caracola, voz de perro, ¡chinga tu madre, pinche puto!, ya se armó, la riña está mojada y el tren suelta saliva parca blanca espumosa de tanto reventar la planta de los pies, ¿con qué se camina si no? ¿con máquinas, con hechizos?, ¡órale, güey! el putazote, la descalabrada, porterita de futbol, años de elixir, una mesa cubierta por droga, una droga de compa al chivo, ojos de banda negra, se vomita un judicial. “¡Pásele, pásele, jefe, aquí es el empleado el que puede más!”. Se sirve el tequileche (que no le echen), se baila la morra que el Señor quiere que sea prostituta, se refina una raya para la pipa de Christian Dior de pura Mexican Mellow, cortesía de los chavos canijos que recibieron x kilos y mandaron a pedir por más, y no por ignorancia… sino por todo lo contrario, esto es el infinito instinto al mismo tiempo que la razón desarrollada por el máximo empuje de ese ensueño en el flotar, cuando la venida de lo etéreo o cuando la venida de la avenida con o sin luz solar, ¡chamacos cabrones que le ponen floripondio, pero, bueno, es su viaje!, ahí va la Mexican Mellow, la “madura”, la “suave”, la “vieja”, la “prieta”, la “conchita”, híjoles: la popular… La que mandan a El Salitre: Que “queremos más, pero el ´necte no quiere armar más, que porque es de La Garza y con ella no se lleva bien, ¿qué pues? ¿qué se arma?”, y El Salitre que contesta: “No hay falla, les mando la Marshmellow, es del pinche López, también es pa´la raza; va a brincar”, “Pu´s órale, mi Salitroso, aquí te aguantamos”, “Simón, ahi les va…”

 

*

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            ¿Yo?

            Sí, tú…

            Tú…

            Tú, Rich, tú…

            ¿Qué? ¿Yo qué?

            Tú, Rich, uno de mis más encarnados ¡y encajados! enemigos.

            ¿Yo?

            Sí, tú…

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            Tú…

            A ver, a ver… ¿Yo qué chingados?

            Tú, Rich, tienes que saber que Dios ha regresado a la Tierra.

            ¿Y eso a mí qué chingados me importa?

            Pues que la Santa Muerte está con Él. Ha corrido volando a sus brazos.

            No, no lo creo; la Santa Muerte es la Santa Muerte.

            Eso es lo que tú crees, Rich. Eso es lo que ella te dice.

            Ella, garcita, no me esconde nada y no me miente nunca. Yo soy su sacerdote, y le sirvo a ella y a mi tlatoani.

            ¡Pero yo soy la Garza, narcodiosa de este país y del mundo! ¿No lo sabes?... ¡Sí lo sabes! Yo hablo con ella todos los días, la saludo y le deseo lo mejor, pero eso es antes, ya mañana no.

            ¿A quién sirves? ¿A nadie sirves?

            Yo rindo pleitesía a Lucifer, Rich. Pero eso ya lo sabías. ¡En qué estado estás!

            En uno de profunda iluminación.

            ¡Sí, pero gracias a mi Mexican Mellow!

            ¿Me vas a decir que la Bimbo también es tuya?

            No, esa es de alguien más. A mí sí me gusta drogarme. La mía es la Ummagumma.

            ¿Pink Floyd? Te creía más nacionalista, garcita.

            ¿Qué haces ahí tumbado y hablándome así cuando vengo a tomar tu vida?...

            ¿Mi vida? ¿charquito de agua turbia, burbuja de jabón, mi último refugio, mi última ilusión?

            No quiero que te vayas cada día más y más.

            ¿No?

            Nop… I´ve told you once, I´ve told you twice the merry blues.

            ¿A mí?

            Sí, Rich. Sírvele a Lucifer, olvida a tu Santa Muerte, degüella ese ídolo que ocupa tanto espacio en tu depa fresa en las séptimas alturas, tú no eres mahometano. ¡Entrega a Dina! Entrega al Asalto y al Timo. ¡O mátalos! Hazlo por mí y por tu odio a Dios. ¡Transmuta! Olvídate de tu piel. Olvídate de todo lo que no sea la Vida… Acepta que la Mexican Mellow es superior y obra del Demonio.

            No…

            Sí…

            No…

            Sí…

            No…

            Sí…

            No…

            Sí…

            No…

            Sí…

            No…

            Sí…

            ¿Yo?

            Tú…

 

 

*

            El tiempo abarcó el espacio, jodió los cuerpos. La Mexican Mellow se volvió viaje de la plebe, la Marshmellow droga para ricos. El país estaba al revés. En manos del Diablo. Pero, como nadie lo sabía, se consumían y se consumían la marihuana y las hamburguesas, sin mayor problema. La violencia tenía signos, pero esos signos, para el pueblo, eran azarosos, e invisibles. Sólo eran los nombres, las figuras permanecían estáticas. La Garza, refundida en la cárcel desde los años noventas; El López era un mito, más joven que su leyenda, centenaria; El Campito, una celebridad, un villano atractivo, por su fortuna y su ritmo de vida; La Letra, de otro mundo, un mundo de descabezados, de discos ajenas, lejanas. Sólo el tiempo imperaba. Sólo el tiempo ocupaba el planteamiento de la realidad que nadie quería: El mexicano piensa que la realidad no es suya. ¿Y quiénes somos nosotros para juzgar cierto o falso un pensamiento? Y más con esta hierba maldita que comprende sólo lo divino, si acaso comprenderá, en lo mundano, sólo lo exquisito. Esa hierba color guerra azteca, flor de Huitzilopóchtli, llama en el Nilo: Éxito rotundo de La Garza: Comenzó a exportarse, se volvió palabras, las palabras que la Mexican Mellow era desde un principio: “¿Por qué le pusiste Mexican Mellow, Garza?”, “Por mexicana”, porque era perfecta, fumarla era ver lo que una mujer guarda entre sus piernas sabor chicle. Un profesor la fumó en una fiesta de sus alumnos, y se levantó de su silla y dijo a los muchachos: “Dice bien sor Juana Inés de la Cruz, la Fénix Americana:

            ´Y aun ésta te hablará torpe

            con las lágrimas que vierto,

            porque va borrando el agua

            lo que va dictando el fuego´

            y lo dice porque ella sabía lo que hoy sabe, así de vasto era su sentir siempre alegórico, chamánico, pagano, ¡la gran bruja de México esa hechicera!... ¡esa mexicana!... ¡No le saquen, cabrones, éntrenle, pues les veo benditos donde la maldición hubiera! Hoy estoy convencido, y por completo, de que hacen bien en saber, chicos; porque, parafraseando al Quijote, don Quijote dice a su irreverente escudero: ´Sábelo, Sancho amigo, que ningún hombre es más hombre que otro, a menos que haya hecho más que el otro´. ¡Comamos, bola de sabios pendejos, ese festín por su ínsula con Sancho! ¡Que nos alcance la vida, muchachos, y con la vida, y guárdenlo en sus cinturones, el amor de un Dios no ajeno! ¡Viva Quetzalcóatl, serpientes! ¡Arrástrense!”. Toda oratoria se volvió relevante, por más ilusa que fuera, los mexicanos como los extranjeros, en un punto vital, miraban las estrellas o trabajaban bajo el Sol pensando que esa marihuana estaba, en verdad, muy “chida”, se ignorara o se conociera ese nombre, nombre en los anales de la Narcohistoria mexicana, que llamaba a la cosa. Se trabajó más, decíamos, y se recreó mejor… El país, será mejor decirlo, trabajó mejor y pensó más. Se entregó a la experimentación como al hábito, todos se congratulaban por haber fumado o vivir fumando esa planta, cannabis sativa, esa esencia sagrada que es lo mismo que marihuana.

            El tiempo… El tiempo también fumó Mexican Mellow. Y bastante.

 

*

            Los maizales del López. Los primeros maíces de cinco elotes por planta en México, los primeros maíces gringos en nuestro suelo. ¡Y están retegüenos! Gorditos, amarillitos, bien largos, salen bien tiernos, bien sabrosos. Puro éxito con El López. Porque son suyos suyos… Como quien dice. Cuando atrapen a El López, quiera Dios que no, estos chingados elotes se van a poner a llorar. Entre la milpa, unos cabrones del gobierno patean en los güevos a unos campesinos de las milpas de enfrente, porque mataron unas reses, violaron a una pastorcita y se han dedicado a decir por todos lados que son Letras, para que a la gente le dé miedo y aflojen y se caigan con la lana. Sólo que esto es una cuestión federal, porque por todo el país hay cabrones como ellos, y entre ellos están organizados. Háganse de cuenta que es como una revolución. La Letra pirata, Letras piratas, por todo el país, apoyados por La Garza; al final del día, nos guste o no nos guste, vivimos en un narcopaís. ¡Lástima que sea injusto! El pobre López anda quién sabe dónde desde que dijeron que estaba muerto, en lugar de estar disfrutando de sus milpitas gringas. ¡Cómo le gusta a El López Estados Unidos, amigos! Y pues es por eso que, bajo el cuento de la injusticia, de Sudamérica y Centroamérica viene subiendo un chingamadral de personas con destino a los Estados Unidos. Pero pues ese movimiento no lo mueve el hambre, es una planeación para invadir ese país de arriba, porque no van en son de paz, y porque no saben que es La Garza quien los tiene así de mal desde hace décadas nomás para que, llegado el momento que ya llegó, no tuvieran ellos nada qué perder y se metieran todos a los Estado Unidos a la fuerza y a vivir de los delitos. Por eso uno apoya a El López, muy gringo el güey pero pues cómo se nos antoja a todos lo del otro lado. Como dice El López, primero el mundo acusó a los gringos por ser la “policía del mundo”, y ahorita se quejan porque no les ayudan. Dice El López que muy fácil sería que los Estados Unidos siguieran metiéndose a todos lados, así el american dream llegaría a domicilio, nadie tendría que salirse de su tierra, lo que tanto duele, sino que sería cosa de que los gringos derrocaran a esos maleantes gobernantes y pusieran al Ronald McDonald de presidente, y tan-tán. Pero, ya ven cómo es El López, los del otro lado le pagan para que los migrantes no crucen la frontera, so pena de muerte, nomás que El López los invitó a quedarse aquí en México, que porque sí hay dinero para todos. Lo dijo muy fácil una vez que le preguntaron que si el país estaba muy mal, respondiendo bien bonito: “Tan no estamos tan mal, que vamos a estar peor”. Y sí, amigos, si algo hay en México es trabajo y dinero, nomás que hay muchos en el campo y en la ciudad que, ¿cómo decirlo?, que el mismo gobierno y las gentes de poder han desplazado bien gacho, como que no viven aquí en el país, como si ya no fueran mexicanos, pero a estas personas también El López las ayuda. Así es él. Dice que no disfrutaba tomarse su café porque habían los que no tenían café en sus mesas, entonces se puso a trabajar, y que luego de mandar café a todos lados, se dio cuenta de que ni mesa tenían esas pobres gentes. Personas que son tratadas peor que los animales. El López se levantó en armas, y pues todos lo siguieron, con mesa y sin mesa.

 

*

            El Rich tenía un serio complejo de sentirse inferior a Dios. Por eso abandonó a la Santa Muerte.

            La cosa con la Santa Muerte es que te da todo lo que quieras pedir, pero si la traicionas se lleva lo que más quieres.

            Por eso murió Gloria.

            El Rich entró esa tarde al sanborns de Plaza del Parque. Se sentó. Gloria, su mesera de siempre, se acercó y lo cambió de mesa:

            -Acá,  muñequito. ´Ora me tocaron las mesas de en medio.

            El Rich se levantó y se sentó frente al ancho pilar de madera y espejos.

            “Bueno, Satanás, estoy a tus órdenes”.

            Gloria le preguntó:

            -¿Tu café y tu pastel, muñequito?

            -Sí, Gloria, por favor.

            La mesera se retiró después de escribir en su comanda:

            1 café amer

            1 pastel choco

            y se metió a la cocina. Salió, mientras El Rich leía la primera página de las memorias de Salman Rushdie (no sabía que el buen Rushdie llevaba décadas creyendo en Dios), pues en la librería, Gandhi, no había encontrado los “Los versos satánicos”.

            Llegó Gloria con el café, con el pastel; fue a levantar la orden a otra mesa, y regresó a la cocina, volvió a salir de ella, volvió a meterse ahí, y, en ese momento, sin saber por qué, El Rich se levantó de su mesa y caminó hacia allá. Caminando a prisa, Gloria casi tropieza con él.

            -¡Ay, muñequito, perdón!

            El Rich tenía una mirada ausente en su rostro acartonado.

            -¿Quieres más café?

            -No…

            -¿Entonces, muñequito? –preguntó Gloria con amable desconcierto.

            -No sé –dijo el Rich…

            …y estalló una bomba justo en el centro del lugar, a un lado de la mesa donde El Rich leía “Joseph Anton. Memorias”.

            Cuando el Rich abrió los ojos, con un infierno alrededor de él (un infierno de gritos, de humo, ¡de fuego!, de espejos y cristales tronados), se encontró sobre Gloria, sobre ella en el suelo. Diciendo absurdamente “¡Perdón, perdón…!”, sin poderse levantar del todo pero retirándose de encima de ella, volvió a caer… Mas no estaba herido, sólo tremendamente mareado.

            Y volteó la mirada hacia Gloria, percatándose de que en todo el torso de su mesera había pedazos de espejo enterrados…

 

*

            La noche era una oscuridad cruda. Esto lo sé porque soy descendiente de Pedro Páramo. Un desgraciado.

            Las estrellas en la cúpula galáctica. Ahí están bien, porque aquí, de plano, estos cabrones te las bajan al hocico. A mí no, ni cara tengo, pero he visto ya un montonal de muertos.

            Yo estoy muerto, por ejemplo. Me acomodo bajo la Virgen que el tío de El Asalto siempre ilumina en las noches, no me ve nadie, aunque, a veces, me oyen. Me morí de una sobredosis de cocaína y metanfetaminas en esta misma banca de cemento, aquí en La Providencia.

            Lo bueno, o lo malo, de estar no vivo es que puedes ver todo. Quizá Dios pueda hacer todo, pero no puede ver todo, esto simplemente lo sé, lo siento.

            Hoy es distinto a otras noches. Puedo ver a Toto, ese muchacho, copulando como fiera con una chica que ahora es, como dicen todos, “su vieja”. Y es que, fuera de broma, Toto se la ganó… ayer.

            Todo empezó cuando a El Heinz se le terminó el dinero y tuvo que ir por más, él lo recoge de un árbol, el muy cabrón. Don Jesús se fue también, con un cigarro de Mexican Mellow en la bolsa derecha de la chamarra, junto a dos piedras.

            Pues bien, El Asalto había entrado por la puerta casi secreta de la parte de atrás de su casa… arrastrando un bulto largo que era una persona; era una chamaca de quince años, sedada. Me colé dentro y vi cómo la amarró a una cama, amordazada. Le inyectó una sustancia que la despertó. Empezó a gemir la pobre doncella, del horror de estar ahí. Y… aunque yo hubiera preferido no presenciarlo, El Asalto la violó, después de desnudarse y dejar dos pistolas sobre una mesa de madera. Yo no me esperaba eso de él, pero, parece ser, él recién acababa de traicionar a la Santa Muerte a cambio de esa innoble experiencia, de ese cruel rapto.

            El Asalto salió en calzones y fue por Toto. “Ven, güey, quiero que veas algo, Toto”, le dijo al inocente y joven amigo suyo que estaba fumando un cigarro de Marshmellow, y lo metió a la casa. Volví a colarme dentro.

            “Ora sí, güey. Va tu iniciación. Cógete a esta morra o no regreses aquí, cabrón, porque te mato. Tú decides. Le entras chido o te vas sin pedos”.

            Pues bien, Toto se desnudó, se colocó encima de la chica, y la violó. El Asalto fumaba un cigarro de Mexican Mellow, cantando un corrido en honor a su nueva jefa, la narcodiosa de La Garza. Felicitó al Toto, le dio una nalgada y le extendió el porro. “Fúmale, Toto, para que recargues, güey”. Toto fumó y devolvió el cigarro a El Asalto, que siguió fumando y cantando, mientras la chica lloraba.

            Pero la cosa sucedió así: Con todo el poder de quien fuera su santo patrón, Toto estiró la mano, tomó una de las dos pistolas y le metió tres balazos a El Asalto en el tórax. Se deshizo la silla, sangró el maleante en el suelo, muerto. Entonces Toto dejó el arma sobre la mesa, desató a la chica, y le dijo:

            -¿Quieres ser mi mujer?

            Ella se levantó, desnuda y herida, para estrechar a Toto con fuerza. Él la besó con ímpetu sujetándola de las caderas golpeadas. Asustado, entró El Timo.

            -¡¿Qué pasó?!

            Los vio manchados de sangre y a El Asalto convertido en un muy fresco cadáver.

            -Nada, Timo, nada que no se nos vaya a olvidar. Esta aquí es mi vieja. Ese allá ya no es nuestro amigo.

 

*

            El silencio…

            …porque los grillos y cigarras callaron su cantar en el momento en que El López, dentro de una casita de madera y adobe, un jacal, cayó muerto.

            Se informó al Ejército Nacional, no se sabe por qué.

            Entró el Secretario de Defensa y miró un cuerpo bocabajo, de un hombre joven y muerto, vestido de negro (camisa de seda, cinturón piteado, mezclillas ligeramente acampanadas, botas de mariachi) y con una pistola 9mm bañada de oro sujetada y quieta entre el pantalón y la espalda.

            El campo…

            …porque no había un alma alrededor del cadáver que no fueran los militares.

            El silencio…

            …porque el señor Secretario de Defensa sabía que iba a escribir un reporte falso. Al Estado no le convenía saber que El López, el mismo que se anunció abatido, años antes, en el noticiero, en los enfrentamientos con misiles y lanzagranadas en la Huasteca, supiera que no estaba vivo. Era el país quien necesitaba a El López muerto, no el Estado Mexicano.

            La sangre…

            …porque el cuerpo presentaba una hemorragia nasal que formó un charco duro en el suelo de tierra.

            El médico, Coronel de las Fuerzas Armadas, hombre de confianza del señor Secretario de Defensa, determinó tras una rápida revisión del cuerpo y guiado por la cocaína en una pequeña mesa (junto a una jarra de café, un jarrito y un cenicero de barro repleto de colillas de cigarrillos sin filtro), así como en la ropa, que el López había sufrido una sobredosis de dicha droga.

            -¿Pudo ser montada, coronel?

            -¿La sobredosis, mi general?

            -Sí.

            -Lo dudo. Pero es posible.

            -Pues yo también lo dudo. Y nunca lo sabremos.

            El campo…

            …porque se iluminó con el fuego enorme provocado por los agentes del Ejército para incinerar el cuerpo de El López. La casita se fue debilitando poco a poco con el incendio vertical.

            El silencio…

            …porque los militares temían una emboscada.

            -¿Nervioso, mi general?

            -Cállese, coronel. No me falte al respeto… ¿Usted?

            -Yo sí, señor. Los de La Letras son los nuevos meros meros; no creo que a los de El López les dé por seguir aterrorizando este pobre país. Ya ve que hasta nos estaban echando la mano…

            -Sí… Nomás que no hay que andar diciéndolo, coronel…

            -No, señor.

            -Pero pierda la rigidez… Mire lo que me encontré en el cenicero de ese miserable.

            El Secretario de Defensa mostró medio cigarro de marihuana al médico.

            -¿Lo prendemos, mi general?

            -¿Se atreve, coronel?

            -Por el alma de ese pobre hombre que sí, ya ve que nos estaban echando la mano…

            -Préndase, mi coronel; estas noches duran mucho.

            -Sí, mi general.

            Fumaron.

            -¿Mexican Mellow, mi general?

            -No. Esta es de la malvavisca.

            -Como quiera, pega luego luego…

            -¿A qué hacemos referencia, coronel?

            -¿Cómo?

            -Que… Híjole, ya ni cómo le explico…

            -Es que las diseñan para pegarnos a nosotros.

            -Ya lo hemos hablado, coronel, estamos entrenados.

            -¿Pero tanto, mi general?

            -Pues sí, a fin de cuentas estamos quemando a un vivo.

            -Nuestra serpiente no está muerta…

            -Y el águila la pasa dormida.

            La casita en llamas se desbarató.

 

 

Querétaro, Querétaro.

2022

Eric

 

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