"LA SENTENCIA SIN RENOMBRE" (Poema)


“LA SENTENCIA SIN RENOMBRE”

Sentencialmente,/
de acuerdo a la fuerza de la sal en la ola,/
el cielo se cae sobre nosotros,/
en pos de aplastarnos,/
y aunque su peso sea aire/
Dios sabe/
que pasará lo que pase/
y que no somos, tampoco, tan libres que digamos./
/
Si fuese a hacer de introducción al Hombre,/
en el nombre de la lumbre de decir Hombre/
en el sentido de ser hombre o mujer, esto es, un solo ser humano y todos,/
y con todos digo que también todas/
y que soy/
el artificio de sus dolores,/
esta vez hablo de ellas,/
por mis propiedades y condiciones/
es que yo soy así/
pero no adrede;/
regreso al introducir al Hombre,/
a la insistencia de querer desvelar la ciencia/
para que se muestre, sea pública, no se pierda y no se duerma,/
y que la ciencia nos introduzca al Hombre/
influenciado uno, hipotéticamente, por Augusto Comte,/
opuesto a introducir al Hombre, estaría la poesía sin renombre,/
que de tan callejera se crea toda ella callejera/
pero no es callejera toda ella,/
por más que así la prefiera,/
puede ser que la poesía sin renombre abarque a todo aquel sentimiento/
que sea, en sus realidades más íntimas, un Dios más cierto./
/
También pudiere optar por el Teatro,/
cabaret y burlesque,/
pero creo que la poesía sin renombre, por definición, contiene ella al Todo, y no al revés./
Que sin los aplausos ni la industrialización sea sólo carne y pensamiento,/
mezcla que resulta en alma,/
la poesía sin renombre sostenga algo en su esencia,/
una esencia loquísima por existir,/
que esperanza sea para no vivir el martirio de sólo estar planchando ropa/
en vez de planchar ropa al mismo tiempo que se es sublime y bendecido por el anonimato de la libertad por un Reino Celestial soñado./
/
Que hago trampa, quizá trampa hago/
pero una trampa, excúseme, no formal por en el fondo, lo siento, no estar mintiendo en cuanto a la realidad de una poesía sin renombre que este poeta desee y proponga como oficial introducción/
a las gelatinas del Hombre,/
que en sí son una variación de cosas, tejidos y energías tremenda,/
tremendísima y ofensiva, en veces, a otras vidas, inteligencias y dimensiones;/
ahora que, ya que hablamos de otras dimensiones, esa otra dimensión somos nosotros o es esta, depende qué somos/
o cómo vamos a decirlo, si somos el ente conformado o la formación de entes,/
pues la equis será igual a la ye en el sentido de que la unidad está, precisamente, formada por la unión de varios elementos,/
uno es igual a un millón de otros elementos solos,/
la unidad, pues, fe en vosotros, será siempre un vertedero de logros y ogros y trabajos escondidos,/
¿quién le querría quitar los ojos a un Big-bang, no digamos a un Dios que fuera Jesucristo,/
o hasta un ser más conmovedor y, fácilmente, más fuerte en cuanto a hacerse de sus circunstancias pero no para morir a borbotones de sangre, insultos y de elementos que no se cuentan oscuros/
como la disolución fatal de una secta muy, muy rara,/
purificada por la humareda romana y otra clase de poesía consagrada/
por el propio populum decidido a desgastarse la vid en una ceguera que deriva, ¡aunque tras tantos siglos!, en un récord Guinness de actos de pedofilia?/
Por eso la poesía sin renombre llega a ser tan aguda, tan difícil, tan ardua/
como la realidad de una criatura violada por tres papanatas,/
Papa tras Papa, oh Cristo, escucha mi canción, la lullaby,/
y la oye apenas en el madero donde pierde conexión con el Universo y dase cuenta que el Padre, aunque eterno, le abandonó ahí unos momentos./
Mas yo no puedo hablar de Evangelios porque dejar de hablar no puedo ni, como dicen los niños, “quieros”./
Me dejo apasionar por aquel hombre que dicen los mentirosos yo fui a clavar,/
aun sin haber nacido en los tiempos de esta historia que excede a las lumbres de Judá,/
metáfora mejor sea decir que aquel pueblo de sangre hebrea disparóse solo en la nariz,/
la nariz era de Dios, era su Hijo, a quien dijo:/
“No me sueltes la mano, Jesús”./
/
¿Cómo pintar el yeso de sangre?/
Creo que bajo cualquier circunstancia es un crimen según la ley,/
bajo su mirada aguda y parcial, muy relativa,/
o, al contrario, muy tozuda, inamovible, idealista;/
¡que tampoco me importa! No la sigo, así fuera serie televisiva,/
y fuérase perpetua la gran nobleza de la poesía aquella que mencionarse aquí se pueda y venga a salvarnos o, más bien, a darnos algo de guerra./
La verdad, grandes mentes, nos pesa,/
nada fue respuesta que no fuera que no fuera ella y, he aquí por qué soy perseguido, tal vez la poesía sin renombre la contenga,/
como el alarido emitido por un niño cuyo peluche en sus manos/
se transforme en uno de esos malditos gitanos,/
diciendo malditos a ellos no por otra cosa, por ejemplo una discriminatoria, no,/
les llamamos aquí malditos para ayudarnos con el dramatismo de aquello heredado por padres y tíos/
en lo que los gitanos maldecían hombres y usurpaban niñas y niños,/
voy más lejos: Habrá gitanos que sean prístinos, moralmente, como el beso de una madre que muere o el intento serio de un hombre conmovido./
Y eso es lo que digo, cierre o abra uno el libro,/
existirá de la poesía sin renombre/
un auténtico y burdo prosaico exilio,/
distinto en el estilo que abrió el mundo al hijo/
que, a gritos,/
quejándose está de que lo habrán parido,/
o tal vez más parecido de lo que, confundidísimo, pueda yo pensar de acuerdo a un método que me falla metafísico,/
ricos delirios peores anatomías han descrito,/
y textos y dibujos varios han coloreado el mundo como un milagro sorteado de formas pensantes;/
¡lo que habrá de estudios equivocados sobre la masa encefálica que Dios conozca!/
Pero nada es lo mismo ni todo es lo mismo y es igual,/
que se abarque por ellas disciplinas duras y bellas que el conocimiento y el absoluto hallado han, volviendo a lo anterior, vuelto,/
es sólo una esperanza para aguantar lo que ya no veo en el digerido noticiero./
¡Por Dios!/
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