"EL BESO DEL PAYASO" (Cuento)
“EL BESO DEL PAYASO”
Tal vez sea cosa de comprarse una sombrilla y caminar
con ella a guisa de elegante bastón, para llevar una “vida de escritor”. Ramón,
a quien llamaremos “Poeta”, tiene de vicios sólo sus sueños: llevar la vida
esta “de escritor”, ser un escritor auténtico y respetado, y ser cineasta y
filmar algunas películas.
En sus poemas, pues poemas escribe,
por ejemplo, es violada la Virgen María, la de Guadalupe; Dios es un padre que
reprende a su hijo Jesús hasta crucificarle y, sí, abandonarlo un par de horas;
el papa mete el dedo en el ano de una monja y le pide, diciéndole que sería más
placentero a ella que a él que se cague en su mano; etcétera. No es de extrañar
que le acusen de escribir algo que no es Literatura, pues de Literatura calidad
no tiene tanta como, digamos, Efraín Huerta, quien apoyó a Octavio Paz cuando
ganó el Nobel y Neruda sentenció que el premio estaba comprado. Porque, aunque
no en calidad, en cantidad como Paz Poeta está siendo leído, sea morbo o sea
fama. Él mismo, Poeta, no atribuye tanto valor a lo que publica, pero es eso o
ni comer, porque licenciatura o título de ingeniería no tiene; tampoco puede
ser profesor, ese honor no puede tener: el hombre escribe así para ser comprado
y formar un patrimonio para él y para su padre alcohólico, quien disfruta
literariamente los poemas de su hijo como nadie puede, pues las influencias
artísticas de Poeta son, más de la mitad, las influencias personales del papá:
Los libros de Henry Miller son los mismos ejemplares que hoy Poeta guarda en su
librero sin polvo.
Poeta, escribiendo un nuevo
poemario, recibe una llamada de su editorial, que deja esto claro: “No queremos
que desaceleres. No hagas nada diferente a lo que estás haciendo, no bajes el
tono. Te estás vendiendo como pan caliente, Poeta, ¡no dejes de hacerlo!”.
Poeta coincide y se sienta a escribir sobre migrantes centroamericanos violados
y degollados en el territorio nacional.
Publicó ese segundo poemario,
vendido con gran éxito, leído, escupido, quemado y, hecho cenizas, leído otra
vez.
Pero para gustos hay de todos, por
decirlo mal pero bien entendido. Se hace una gran fiesta para celebrar a un
nuevo poeta, admirado y respetado por grupos tildados de esnobs, algunos, y de
nacos, los otros. Y se bebe mucho champaña, se inhala cocaína, se fuma marihuana,
pero Poeta, para sorpresa de muchos, no consume, como ya dijimos, nada que no
sean sus sueños.
Conoce a una mujer esa noche y esa
noche misma se la lleva a la cama. Después de dos orgasmos, Helena se tiende
mirando al techo, luego rebusca en su bolso los cigarrillos que se quiere
fumar. Los encuentra, prende uno. Está pensando: “Si tose, no lo vuelvo a ver”,
mas Poeta no tose y hasta le pide uno. Empiezan, como por azar, a hablar de
Peter Greenaway y Larry Clark. Pero el tema que Helena busca es el de tocar a
Poeta. Y vuelven a hacer el amor.
***
Poeta hace lecturas nocturnas en un
café del Centro Histórico de la ciudad, frente a detractores y seguidores. Lee:
“Y la prima Hortensia
se arranca, cual flor que lleva,
su nombre,
se retracta
de tener un himen que no haya roto
ningún hombre.
Vomita
las dos hamburguesas que ha de
vomitar
pensando en amores.
Es bulímica
pero también es mexicana,
dura como esa zanahoria regresada.
¡Qué daría ella por una mente de
retrasada
que no supiera pelear por el delgado
hombre que ella ama!
Se comería su caca, se sentaría en su
reata,
pero él está enamorado
de una gringa republicana”
Hay abucheos, hay aplausos, hay
risas, hay palabras. Hay algo mesiánico en todo ello, pero sin poder saber por
qué, porque decir “caca” o “gringa republicana”, cualquiera puede hacerlo, y,
más aun, ha sido hecho ya, como fue el caso de un poeta cuyo nombre se me
olvidó, que escribió que el culo se lo limpiaba muy sucio con la Bandera de
México. Sin embargo, es curioso, de éste y su poema me enteré escuchando la
radio, no leyendo ni conversando. Pero Poeta, lo hemos dicho, está siendo leído
y conversado, comprado y consumido, se le llama adictivo y una toxina para el
país y la Literatura mexicana, o un poeta original, incisivo, brillante, el
Buda de la chocarrería. Está produciéndose dinero, aunque sólo sea el de la
comida, que es más cara que fumar (y no es broma),pues su familia, incluida la
prima cuyo nombre no es Hortensia en realidad, le han cerrado las puertas
afectiva y económicamente; veremos si este poeta se consagra financieramente,
recuperando el amor familiar, si es que alcanzamos a ver si sí o si no, hasta
donde nos invite estaremos; porque, por otro lado, pueden acomodarle cinco
tiros en el tórax al salir del café que se prestó para semejantes groserías, y
no veremos otra cosa que la Muerte, pues el dinero es cosa de aquí, de la vida,
a menos, claro, que el más allá sea el más acá y despertemos después de
muertos, algunos dicen, en la India, esencialmente ricos o esencialmente
pobres, deliberadamente (¡Qué violencia debe ser despertar jodido!).
***
“Molesto” sería decir poco, porque
de la entrevista que le hicieron para una revista, en un hotel barato donde
concordó una cita, salió Poeta como un dragón, del fuego. Le preguntaron sobre
su niñez, sobre su adolescencia, “oportunamente” sobre sus inclinaciones
religiosas y, como no tenían de dónde justificar el preguntar por su
preferencia sexual, le mencionaron que en su último poemario estaba escrita
cincuenta veces la palabra “pito”, otras tantas “verga” y algunas “mazacuata”,
y le preguntaron , simple y llanamente, el por qué, a lo que respondió: “Porque
se me hinchan los huevos y a otros nomás les duelen”, antes de levantarse,
tirando la silla por accidente.
Él quería hablar de Literatura,
quizá de Política… hasta de mujeres. Pero vino alguien del Cielo a burlarse de
él, diciéndole: “No, mejor hablemos de lo que escribes”.
Recordemos el único vicio que tiene
Poeta: sus sueños. Pagó una habitación y subió a ella, a acostarse en su cama y
soñar.
Cuando se cansó se levantó a
escribir unos versos:
“Le he dejado adentro el pito
a este tipo
que me lo quiere zurrar,
mientras que yo
me cago en el mar
sin nada adentro
que no sea el excremento
flotando en Acapulco o las costas de
Yucatán,
quizás.
Le he dejado adentro el pito,
como el Narco a Pipo,
en el pinche hocico
para que no pueda ya hablar.
Y entonces vende
el sabor del semen
porque estuvo bien rico eyacular
en el hoyo más estúpido de la
sociedad”
Mas en sí es justo decir, por decir
algo, que aquí nuestro poeta no tiene problema alguno, realmente, que no sea
seguir vendiendo lo que unos consideran Arte y otros basura. Además, la
política, y lo sospechamos todos, parte de sus sueños es. Si le piden más
“pito”… se lo saca completito, perdonen so enunciado. Le piden también más de
esa mierda contra Dios y el Gobierno. Y es que Dios baja de las Alturas para
escuchar a Poeta leer cosas así:
“Se confundió don Dios
y se la dejó ir a Adán y no a Eva,
pero es que las mujeres le dan hueva
y prefiere meter su verga
en el que labra la tierra”
o
“Nadie se anima
a calmarle la erección al Mesías,
en la Cruz arriba,
sin ropa sin comida,
el gran sexo se le excita
por estar tan a la vista.
Le duele la sangre que en él se
abulta
y le dice a Magdalena
que no hay pedo que sea puta
pero que si por favor se lo masturba”
o
“El Becerro de Oro no era un becerro
sino un pito,
y como a Moisés no se le paraba por
viejito,
Aarón, que le gustaba por el culito,
repartió a esos jovencitos todo aquel
buen vino,
y dijo:
¡Esto no se acaba si no vomito
por el agujero y el hocico
toda esa materia que danos nuestros
hijos”
Y es ese mismo Dios quien observa,
desde un rincón del acudido café, a Poeta recitar lo que Él escucha. Lo hace
bajo una negra capa que le confunde con la oscuridad del lugar; sus ocho ojos
que son ocho brillos dorados, parecen simples reflejos de la poca luz que hay,
o alguna otra cosa que en el café sucede y que es cosa más bien libre y
personal, como cuando flota, danza y busca en el ambiente el singular aroma de
la marihuana a un tipo distraído que
encuentra el hecho gracioso.
“Soy yo del que hablas, aquí estoy”,
se le antoja a Jehová decirle, para luego comerse su cabeza, mas Israel le ha
enseñado, ¡ay, tras tantas generaciones!, a ser más sutil, por ejemplo, en sus
venganzas. Así es que, antes de efectuar una de ellas, la urde.
Y Poeta, mientras, lee su poesía,
cada vez más involucrado en ello, cada vez más sin salida: También un gángster
le ha echado el ojo, por cosas sucedidas en un burdel o, como se les llama en
el país, putero; y lo que está escuchando no ayuda al Poeta, pues este gángster
tiene estima a un Dante, a un discípulo de Dante, Bocaccio, a “Las mil y una
noches”, a Shakespeare, a Schiller, a Cervantes y a Goethe; y aunque hay en el
público de este poeta quienes conocen a la perfección “Hamlet” y el Quijote, y
sin embargo adoran a Poeta, quien, a su vez, se declara un seguidor de
Virgilio, este gángster los sitúa ni siquiera en extremos distintos a esa otra
poesía, pues eso sería aceptar que son la misma cosa, sino que simplemente cree
que Poeta no es poeta ni su poesía poesía.
***
La ventaja de un hombre que no tiene
por vicio una sustancia o actividad específica, es que puede acudir a ésta con
fines recreativos o terapéuticos. Así que Poeta, invitado a pasarla bien en un
burdel, aceptó a ir tras guardarse algo de dinero que, ya lo hemos dicho, él
tiene para comer, sólo que, en el léxico de nuestro héroe, “comer” es sinónimo
de sexo oral, por lo tanto, el gusto, en sí, estaba justificado.
Conoció de esta manera a Jazmín, una
chica de quien Poeta, por soñador, se enamoró (¿Qué es el poeta sin sus
sueños?).
Regresó a la semana, y a la semana
posterior a esa semana, hasta que la matrona le dijo un día:
-Jazmín está indispuesta.
-¿Indispuesta?
-Sí.
-¿Y no puedo hablar, sólo hablar,
con ella?
La matrona le clavó los ojos
amistosamente y dijo:
-Está bien, pero manténgalo en
confidencia, Poeta, o nos metemos los tres en un lío.
Pues sí, Jazmín estaba indispuesta.
Poeta bajó las escaleras y se acercó
a la barra que había en el lugar junto a una pianola, ya que había hablado con
su amor. Mas la cuestión seria era: El gángster por el cual compartimos algo
tan privado en la vida de un poeta a fin de cuentas serio, estaba ahí bebiendo
y cuidando del lugar, y pudo mirar de cerca el rostro de Poeta y notar que sus
labios estaban pintados de sangre muy tenuemente; claramente se había limpiado
la boca, pero no lo suficiente, sólo había pasado un pañuelo por ahí con muy
poca agua, y Jazmín, bajo una luz queda, no vio lo que el gángster sí.
-¿Me da un café? –dijo Poeta al
barman.
-¿Un café? –le preguntó, más
desconcertado que molesto, y Poeta le dijo que sí, que un café, por favor. El
barman volteó con el gángster y le dijo:
-Rick, ¿me cuidas el changarro en lo
que voy a la cocina por un café para este hombre?
El gángster asintió. Ya solos, a
Poeta le preguntó:
-¿Desvelado?
Una de las chicas dispuestas, al
otro lado de la amplia habitación, estalló en una carcajada con un cliente que
sonreía sobándole la pierna.
-No. Lo que pasa es que no tomo.
-¿No toma?
-No.
-Vaya, qué suerte para su bolsillo,
hablando en general, claro, porque mandó usted al cantinero hasta la cocina y
le cobrará la taza de café como una copa de coñac.
-¡Espero que no!
-Espérese y verá que sí.
Guardaron silencio, la chica seguía riendo, estaría ebria o
plenamente su cliente era un cómico formidable; podríamos, inclusive, mal
pensar y sugerir un consumo de estupefacientes.
-El café también es un vicio –dijo el gángster.
-Casi no lo tomo.
-¿Podrá dormir?
Sin alterarse demasiado, encaró al gángster y le cuestionó de
esta forma:
-¿Tiene algún problema?
-¡Vaya! No tiene vicios, pero sí tiene un feo carácter.
-¿Cuánto cuesta la copa de coñac?
-Quinientos pesos.
Poeta sacó su billetera y extrajo un billete de quinientos
pesos. Lo puso sobre la barra y dijo:
-Con permiso.
Y se fue.
El gángster no se guardó el billete, que hizo la noche del
barman, pero sí se tomó el café de Poeta, se dio un pellizco de coca y fumose
un cigarrillo. Al terminar fue a buscar a la matrona.
-¿Cuál de tus chicas está indispuesta?
Tras un silencio, la matrona contestó:
-Jazmín.
-¿Con quién estuvo?
-Con un poeta –la matrona titubeó.
-¿Un poeta? ¡Vaya! Yo diría más bien que es un imbécil.
-Tranquilízate, Rick.
¡Ah, destino, las odas que siempre has merecido! Era Jazmín
la que el gángster amaba encima de tantas más.
-Háblame de él.
***
Bajo
las sábanas, el cuerpo desnudo de Helena asemeja valles y colinas. Duerme; es
la tercera vez en la semana que ahí duerme.
La
habitación huele a cigarrillo y al licor que Helena no dejó de beber un segundo
durante la fiesta que ella misma organizó. “Un bien merecido descanso”, piensa
Poeta, entre sueño y sueño, porque sueña con Jazmín, con el sabor de su sexo,
de su sangre. Pasará un tiempo, el que sea sensiblemente prudente, antes de que
Poeta regrese al burdel a verla, a tocarla, a comerla. No quiere encontrarse
con aquel tipo mal encarado de la última vez, ni gastarse todo el dinero del
mes ahí, pues esto es inevitable si persiste en visitar a su amada así.
¿Y qué
le diría a Helena? ¿”He encontrado otra mujer, más joven, muy delgada, una
prostituta que creo que me comprende”?, ¿”Me bebí su regla, cosa que sentí como
un compromiso de amor infinito en el centro nefasto de mi vida precaria y mi
éxito fugaz y tambaleante”?
Planea
escribir un tercer poemario llamado “Metal”, que sólo habla de Jazmín y sus
sabores; su firme vientre, su ombligo lamido, sus senos besados también son
parte, o serían, de esa nueva entrega. Escribe:
“Tu coño es un moño
que solté y abrí.
Metiendo mi lengua en
tu sangre,
chiquilla, me corrí.
¡¿A eso sabe este
país en guerra?!
¿Por eso tanta
matadera?
Te abrí las piernas y
te vi
la rajada más
sangrante en esta sierra.
Me voy de guerrillero
a buscarte a ti
en los olores fuertes
de la selva”
Helena
se mueve, Poeta cierra el cuaderno rápidamente, no alcanza a escribir la
estrofa que hablaría de la norma coránica que insiste en dejar en paz a las
mujeres durante su regla, sin mencionar lo impuro de esa sangre diabólica e
inmunda.
-¿En
qué piensas? –le pregunta despertando.
Poeta
no es dado a mentir, si acaso, se limita a no decir toda la verdad.
-Escribo.
-¿Sobre
Dios?
-Sobre
la menstruación.
-Espero
que me guste…
Siente,
más bien, que lo está interrumpiendo, no le cuestiona el cuaderno cerrado, no
le cuestiona nada, y si supiera de Jazmín, ella misma la invitaba y se armaría
un ménage à trois.
Ahora,
el silencio es.
Piensa,
soñando, que “vida de escritor” ya lleva. Tal vez no escribe a las seis de la
mañana en un burdel junto a una botella de güisqui, como William Faulkner, pero
burdeles sí visita, como García Márquez hacía por imitar a William Faulkner y
disfrutar de la música colombina que sus ideas perseguía para preñarlas de
patria y dulce desesperación; “No soy responsable”, diría cualquiera (Yo creo
que es justo expresar que Faulkner escribía en burdeles porque ahí siempre
había güisqui, esto es, a todas horas, y no, ingenuamente podemos pensar, por
putañero. El mismo Faulkner que escribía sobre una carretilla volteada, el más
grande novelista norteamericano, que aconseja generaciones y estructuras de
párrafo, las más bellas abstracciones literarias son de él, y por supuesto que
supera, y por mucho, a John Dos Passos o a Scott Fitzgerald, escritos junto a
su nombre por una falta de respeto. ¡William Faulkner fue un Modernista!). Hace
lecturas en un café, entrevistas en hoteles, una Helena entregada en la cama,
que abre los ojos sólo para preguntar, precisamente, “¿Poeta, qué escribes?”.
Sin mencionar, tan esencialmente que es hacerlo, que lo que escribe, soñando o
no soñando, será publicado.
***
El
gángster se vino en la boca de Jazmín, fuma un cigarrillo. La penetró por
delante y por detrás, lo que saborea mirando por la ventana a una barda de
ladrillos cuya visión es total.
-No
quiero saber que vuelves a trabajar indispuesta –le dijo sin voltearla a ver.
Jazmín
no sabía que el gángster tenía conocimiento de lo que en el país se llama,
vulgarmente, sí, pero a fin de cuentas palabras, “el beso del payaso”, que
había recibido de Poeta. Y una lágrima rodó de su ojo: sabía, entonces, que el
gángster la amaba, que ella amaba a Poeta, que Poeta la amaba a ella, cosa que
sospechó con el beso, aunque, también, mucho perverso, por perverso, la
menstruación recoge con su boca; supo también muchas cosas, de un segundo a
otro, fulminada.
Miró la
desnudez del gángster, el humo que pegaba con el cristal de la ventana cerrada;
oyó una pareja que hacía el amor en la habitación vecina, y saboreó, por
decirlo de algún modo, el miedo y la melancolía, la frustración y el odio. El
gángster, que siempre la trató maravillosamente, que ella tanto quería, estaba
diciendo entre líneas que, ¿por qué no?, hasta su vida peligraba. Los hombres
armados siempre serán los más cercanos.
El
gángster hilvanaba lo que tendría que hacer: Primero, ir a una de esas lecutras
de las que la matrona le habló, y decidir si el hombre era en verdad poeta. Si
no lo era, y si regresaba al burdel, él mismo, el gángster, lo mataría y lo
descuartizaría e incineraría sus miembros. Recordemos que son tiempos violentos
hoy en México, el país en donde estamos todos.
***
Dios no
quiere mártires que no sean de Él (Dios no quiere esclavos que no sean de Él,
tampoco, mas estamos hablando de otra cosa, de los mártires nada más). Dios no
tiene enemigos: musulmanes y ateos pululan la Tierra. Los santos libros
mienten, no existen los infieles, sólo existen los vecinos y los ignorantes,
sólo existe el plural. El satanismo, de igual manera, es la posibilidad que
Dios nos da para odiarlo, obligados como estamos a admirar su presencia hecha
santa; el satanismo es la única victoria de Dios, el único misticismo, el Señor
es mundano, por ello su hijo Jesús no dudó en decir a sus seguidores y a los
otros que escuchaban: “Ustedes no son de este mundo”; este mundo es del Eterno,
este mundo es el Diablo, si es que el Demonio existe, porque bien podría ser
para Dios lo que el Chupacabras fue para el Partido Revolucionario
Institucional mexicano en tiempos de crisis, sin recordar yo en este momento si
era el Presidente Carlos Salinas de Gortari o Ernesto Zedillo Ponce de León: yo
era sólo un niño, que recuerde, ateo. Ahora, eso sí y es la clave, muchas
cabras fueron mutiladas, diseccionadas, raptadas, manipuladas, convencidas,
alteradas, muertas ellas; un show en
tiempos de fotografías con flash: el
esqueleto de las cabras se volvió el esqueleto de los mexicanos, esto es, que
esos tiempos disparatados y fabulosos, llenos de hechicería, magia y milagros,
nos hicieron inmortales, aunque sólo sea dentro de nosotros. Seguimos vivos,
nos mencionamos unos a otros, sin darnos cuenta, empero, de que nos amamos…
Pero, a
estas alturas, Dios se pone celoso, México se olvida de Él muy a menudo. Pero,
peor aun, siempre brinca el que dice que chingue a su madre Él, olvidado y
pendejo, el cardenal Posadas es… ¡Qué pena a uno le daría, imaginemos que en
Dios la magnitud de so sentimiento, la indignación, la cólera, la rabia, la ira
que se permite por vías bíblicas, aterrizan en su mundo, so planeta, amén!
Pero
aclaro mi garganta, pues yo no soy como el Señor que pueda escribir un libro de
cinco mil páginas sobre la historia de su pueblo y de él mismo. Me detengo.
Sólo digo que este Ser, esta araña gigante, tiene claro, muy claro, que Poeta
no puede ser mártir, no es de Él, pero debe sufrir la tamaña humillación que de
Él hace y de su Familia.
En su
oficina, su pata larga sin mano, enciende el altavoz de su teléfono; éste da
línea, y Dios marca un número que su Omnipotencia le permite saberlo sin
haberlo marcado antes, que marcádolo antes ha, pero no lo recuerda.
***
Ahora
el gángster no está disfrazado, mas se pierde de cualquier manera aunque no
quiere perderse, quiere intimidar a Poeta, “Tú te metiste en mi zona, yo me
meto en la tuya”, por poco profesional que esto resulte, sin importar lo
adverso de este comportamiento al ethos
que produce dinero y buena fama. Pero, sí, nadie es perfecto, ni Dios mismo,
por el momento ya ausente, pero ya llegará.
Poeta
lee poemas escritos para ser leídos en el café:
“Y al cagarse en su
propio plato
comerán, más tarde
que temprano,
los curas y los altos
mandos,
por credo borrachos,
por luceros sin
huevos.
Ya no más, más ya no
abusemos
de pitos chuecos que
nacieron rectos.”
Justo
en este momento un ruido se oye, no se escucha, puede ser la puerta, puede ser
una silla empujada, puede ser algún mecanismo puesto a funcionar, lo que sea
que fue, no termina de asimilarse en las mentes de los parroquianos, del
público, cuando, ahora sí bien escuchado, una voz grita desde el fondo del
café:
-¡Aquí
está Dios, cabrones!
Y una
estrella blanca que iluminará el lugar ilumina el lugar y atronadores ruidos
repetidos levantan y tiran personas y cosas, y gritos se elevan, Poeta se
avienta al suelo, el gángster tiene ya medio cerebro afuera y mañana se leerá
en el periódico que son siete personas ya sin vida y seis más, heridas.
Ya se
ha ido la Muerte, y aún se grita y se lamenta este público hecho trizas. Poeta
abre los ojos, para ver a un hombre tapando la cavidad de su globo ocular
izquierdo con la mano mientras la sangre emana: fue un vidrio que paró ahí. Se
sienta, Poeta, sobre la tarima, más bien un pequeño escenario, por la altura, y
mira ocho puntos dorados mirándole fijamente, si es que son ojos y mirar
pueden. Ahí está, Dios, Dios vino, Dios vivo, el padre de Jesucristo, el hijo
avergonzado de lo que vino a hallar aquí en la Tierra, que prefirió traicionar
a su padre antes de traicionar al Hombre, aunque, al final, el Hombre le
traicionó a Él, Jesucristo, que comparte una e mayúscula con su bueno y
sanguíneo progenitor, “No me sueltes la mano, Jesús”.
***
Después
de mirar el noticiero esa noche, Poeta salió de su casa rumbo al burdel. Quiere
caminar unos minutos antes de tomar un coche, quiere entender lo que ha visto,
lo que ha escuchado salir del televisor.
Primero
las imágenes de la fachada del café, con las camionetas de la Policía y algunos
reporteros que entraron en las tomas. Luego, las imágenes del interior, llenas
éstas de sangre humana, explícitas pero, él lo sabía, muy cortas que quedaban
comparadas con la vivencia del suceso, por la cual, pensaba, Poeta pasaría años
con un psicoterapeuta, sentado, hablando, la estrella blanca del arma, tras el
grito irónico y violento, los alaridos, la sangre, el ojo, la rodilla, él. Pero
todo esto era de esperarse del noticiero y, por otro lado, de su mente. Era otra cosa la que llamó su atención
a niveles extraordinarios: El ataque se atribuía a un golpe efectuado contra un
grupo delictivo específico, pues una de las siete personas fallecidas era un
tal Rick, miembro de él. Una fotografía apareció en pantalla y Poeta lo
reconoció, era el tipo con el que no quería encontrarse en el burdel. Se dijo
en el noticiero que el gángster se dedicaba al tráfico de drogas y al tratado
de blancas, y que era el líder intelectual de varias bandas dedicadas al
secuestro y a la producción de pornografía infantil. Todo un caso, vaya. De
Poeta, curiosamente, se habló poco.
La Luna
iluminaba los rincones que el alumbrado público no alcanzaba a abarcar con su
propia luz. Sólo la Noche escuchaba los pasos de Poeta, que se preguntaba cómo
diantres un tipejo mal encarado que cuida a unas chicas para que no se rompan
las medias y a unos borrachos para que no anden cacheteándolas o pidiendo
sesiones de sadomasoquismo, resulta ser el capo de capos. Pensaba Poeta,
además, que esta clase de notas en los telediarios se refieran, usualmente, a
bares y cantinas. Se preguntaba, más en el fondo aun, si somos sinceros, cómo
un poeta, rechiflado pero poeta, leído tanto como Jaime Sabines, se ve parte de
la misma violencia contra la que se protege escribiendo: ¡No iba a negar el
poder de la pluma siendo un sobreviviente!
Un taxi
tocó el claxon y Poeta, en fin, lo tomó, aunque suene mal, haciéndole la
parada. El taxista y él conversan. Poeta le habla de la petit massacre como si no hubiese estado ahí. El chofer, lleno de
energía, comienza hablando pestes del Gobierno Estatal, y dice que es una
lástima que toda la violencia “del Norte” y de la Ciudad de México, inundando
esté la otrora tranquila ciudad. Habla de cómo había, cuando era niño,
hectáreas tras hectáreas de milpas donde hoy sólo hay complejos residenciales.
Llegan
al destino. Poeta paga la tarifa más un diez por ciento y se despide. El
taxista le desea buena suerte, le llama “campeón” guiñándole un ojo: sabe muy
bien en dónde se orilló.
Poeta,
que ya trae una cajetilla de cigarrillos en el bolsillo, gracias a Helena, gracias
a la Muerte, gracias al éxito de su segundo poemario, toca la puerta que tras
un zumbido con un chasquido se abre. Entra. Dos tipos bastante altos y
singularmente fuertes le dicen:
-¿A qué
vienes?
-A ver
a Jazmín.
-¿No
sabes que aquí ya no es un prostíbulo?
-¿No?
¿Por qué no?
-Por
seguridad.
-Sólo
quiero hablar con Jazmín.
-Jazmín
no está aquí.
-¿Dónde
está?
-En un
velorio.
-¿Dónde
es ese velorio?
Los dos
tipos bastante altos y singularmente fuertes voltean a verse uno al otro, para
después mirar a Poeta con algo que bien puede ser odio, pues, acto seguido, lo
toman de las solapas y lo conducen a un callejón aledaño, donde los gatos matan
ratas, y comienzan a golpearlo, diciendo cosas como: “¡Esto te lo manda Rick!”,
“¡Jazmín está abierta de patas con otro güey!”, “¡Pinche poeta puto!”, “¡Ahora
te toca a ti, cabrón!”, etcétera. Y le dejan ahí tumbado, con el rostro
inflamado y el dolor que, ya salido el Sol, resultará en el consultorio de un
médico una costilla rota; una esperanza muerta, ¿dónde está Jazmín?, ¿dónde
están mis sueños?
Y ve
los ocho brillos de oro, Poeta, metidos en una negra caperuza de una espesa
capa negra.
-Sí son
ojos –dice Dios.
-Sí
estoy loco –dice Poeta.
-No,
aquí estoy, y soy Jehová. Antes de ser llamado Dios, mi nombre era Jehová. Pero
mi poder fue tal y tanto, siempre, y mis creaciones las mismas que me hablaban,
que de Jehová pasé a ser llamado Dios, que significa dios de dioses.
-Realmente
no estoy para esto, seas quien seas.
Dios se
rio y dijo:
-Intenta
levantarte.
Poeta
no puede levantarse.
-Estás
aquí y así, Poeta, porque te has metido conmigo. Me escupes y me orinas, y
ahora yo te orino y te escupo a ti, aunque tenga que ser a mi manera.
-Estoy
aquí y estoy así porque soy un cabrón.
-No,
eres un idiota.
Poeta
escupe un poco de sangre.
-Sólo
estoy enamorado…
La voz
de Dios cambiará a un silbido agudo y perturbador, desquiciante, quizás, para
hombres más débiles que nuestro héroe, cuando dice:
-Yo te
la quité.
-No, un
hijo de su pinche madre me la quitó a balazos.
Jehová
ríe.
-Yo
mandé a ese hombre que abrió fuego contra otro hombre, porque éste iba a hacer
de ti un mártir, cosa que no eres ni mereces ser. Un hombre insignificante ese
hombre, sí, pero si haces la llamada correcta, un hombre insignificante se
convierte en un criminal de malévola envergadura; la llamada correcta inventa
mundos. Porque, escucha bien, ningún café volverá a aceptarte por ahí, dando
tus lecturas, y el público se alejará de la mierda que escribes porque, al
final del día, ella es solamente contribuir a que este país y el resto del
mundo sea una porquería para la gente tranquila. Eres un hombre unido al
narcotráfico y la pedofilia por un lazo de sangre que yo inventé. Estás
acabado.
Poeta
comienza a llorar, de lo absurda que es la situación, de lo dolorosa. Dios
desaparece, se va, pero él puede moverse y grita:
-¡La
finalidad tuya es dejarte un buen día, que para eso tenemos espaldas!
Dios
escucha, claro, pero no responde nada a esas palabras fáciles de subestimar,
pero profundas como vieja es la humanidad o hasta el propio Dios.
Sale
del callejón, llora ahora de dolor, camina unos metros y una patrulla lo
encuentra, Poeta dice que fue asaltado pero que no quiere levantar cargos, sólo
quiere que lo lleven a un médico.
Uno de
los dos policías lo reconoce, sin embargo, no dice nada. Pensará, tras dejarlo
con un médico que él y su pareja conocen, que ese hombre, escritor, parece
tener la suerte más maldita del mundo, pero, se dice, qué puede esperarse que
Dios haga con un pederasta.
***
Han
pasado, largos y espesos, diez años en la vida de Poeta desde que, con el mundo
en las manos, diera a la prostituta Jazmín un beso del payaso. Diez largos y
espesos años sin escribir sobre Dios, pues, como él dijo que haría, Poeta al
Señor ha dejado, dándole la espalda. Ya no escribe sobre política ni critica al
Gobierno y sus figuras porque, tan cerca de la Muerte como estuvo, no la
invoca, no la provoca, no la busca ni la reta. Es más, su tercer poemario no se
editó.
Por
cinco años, Helena lo mantuvo a él y mantuvo al padre alcohólico, hasta que
ella y Poeta conocieron a un grupo de actores porno que le dieron oportunidad a
Poeta de incursionar como guionista de películas XXX. No pasaron muchos meses
antes de que dirigiera un éxito en el género; con un seudónimo y una cirugía
facial, recogió un premio y algo de dinero, iniciando una corta pero aún activa
carrera en el mundo de la pornografía. Siente que ha cumplido sus sueños y está
casado con Helena, llevando un matrimonio abierto, por supuesto.
Su
poesía, de Poeta, sin embrago, hoy se lee y al leerla recuerda a tiempos
demasiado difíciles para el país, épocas duras, de comer mierda, y se cierra
rápido porque una carcajada invasiva o una tristeza infinita se apodera del
lector por horas y horas, causándole, quizás, la muerte de su espíritu, y éste,
aunque reviva y reviva, también nos duele si se desanima.
FIN
impresionante ritmo y humor sostenido... quizás lo único a lo que el texto no le da las espaldas, que para algo fueron hechas!
ResponderBorrarme parece muy bien logrado la rotura ficcional por los diversos artificios: lectura de poemas, broma del narrador que rompe la ficción para pasar a confesiones, un narrador que a veces es el conocedor de lo que se narra y otras se declara no saber nada, escritura de versos, estilo narrativo épico (oh destino y tus odas), las opiniones literarias del narrador (más crítico y mejor escritor que el propio poeta), los objetos narrados (el país, la religión, un poeta, la política...)....
queda el poeta, supuesto centro narrativo, como sólo una excusa..... con una historia menor entre tanta sagacidad del narrador... finalmente uno se pregunta qué tiene ese poeta como para ser narrado: sueños!